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Para la papelera

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Diciembre, último mes del año, nos va colocando a todos en un estado de ánimo flojo, de aprensión y desánimo, que no levanta ni la sidra ni los fuegos artificiales. Si el año transcurrido hubiera sido tiempo de conquistas, de logros nacionales en algún sentido, el ánimo probablemente sería otro.

Diciembre, último mes del año, nos va colocando a todos en un estado de ánimo flojo, de aprensión y desánimo, que no levanta ni la sidra ni los fuegos artificiales. Si el año transcurrido hubiera sido tiempo de conquistas, de logros nacionales en algún sentido, el ánimo probablemente sería otro.

El año 2016 es un año para el olvido, para tirar a la papelera; un año de vergüenzas, que van (siendo muy medido en la cuenta) desde la ruina de Pluna y Ancap, desviando hacia los diplomas truchos y confluyendo hacia la patética invalidez de las figuras de gobierno ante la violencia que estalla en la sociedad (con la cual perdieron la comunicación) y las bochornosas disculpas balbuceadas por las autoridades de la educación respecto a los resultados de las pruebas PISA, lo que no entendieron o ni leyeron de ese informe. Corrupción administrativa, falta de seguridad y ruina de la educación: los tres obsequios de este Frente Amplio al Uruguay. (La conmemoración en estos días de los cien años del nacimiento de Seregni evoca al Frente Amplio que murió y no existe más).

Este panorama tan gris y mediocre se hace directamente patético cuando el gobierno, y detrás de él el partido de gobierno, no ofrecen otro elemento esperanzador que abra el horizonte para el año que viene, más que especular sobre los cuatro mil millones que los finlandeses van a traer para levantar sobre el río Negro la tercera planta de celulosa o lo que encierra un mágico TLC con China.

Un partido político que fue depositario de una gran esperanza de parte de medio Uruguay, que habló tan ufano de sí mismo como gobierno en serio para un país de primera, no tiene ya vitalidad política ni ideas propias como para invitar a los uruguayos a construir algo por nosotros mismos. Nuestra salvación depende de los dólares de Finlandia o vendrá de China.

Del esfuerzo y del trabajo de los uruguayos el Frente Amplio no espera nada y para que vengan esos inversores taumatúrgicos les promete librarlos a ellos de todo lo que a los uruguayos nos han encajado en dosis dobles; les prometen exoneración de impuestos, simplificación de trámites y contención sindical.

Los inversores uruguayos, de a pocos y cada uno según sus posibilidades, han volcado en el país mucho más dinero que eso. Lo han hecho y lo sigue haciendo: abriendo un boliche de barrio, empezando una explotación agropecuaria, una empresa de informática, una fábrica de chacinados, una peluquería, una estación de servicios y mil emprendimientos más. Los gobiernos del Frente Amplio no han hecho ninguna inversión pública en infraestructura y han cargado a los inversores uruguayos con más impuestos, más empleados públicos y más déficit fiscal.

Así va terminando el año 2016. A uno le dan ganas de traer en este momento de la conversación y arrojarles a la cara aquello de ¡festejen uruguayos!

Pero lo que no es posible esperar de estos gobiernos frenteamplistas no constituye el fin de la esperanza para nuestro país. De ninguna manera. En todo caso será el fin de la credulidad en los charlatanes que vendieron baratijas cuando había plata fácil. Será el tiempo de nacimiento de una esperanza mejor fundada, desconfiada de los hombres providenciales y de los versos ideológicos, más volcada a las posibilidades de nuestro esfuerzo y con menos bla, bla.

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Juan Martín Posadas

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