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Otra vez los tupas

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En el reciente libro de María Urruzola sobre Eleuterio Fernández hay información sobre acciones delictivas de los tupamaros con el objetivo de financiar sus tareas políticas y propagandísticas luego de 1985 y al menos hasta 1994, es decir, cuando el movimiento ya se había integrado al Frente Amplio.

En el reciente libro de María Urruzola sobre Eleuterio Fernández hay información sobre acciones delictivas de los tupamaros con el objetivo de financiar sus tareas políticas y propagandísticas luego de 1985 y al menos hasta 1994, es decir, cuando el movimiento ya se había integrado al Frente Amplio.

A pesar de que mucha gente caiga ahora en la cuenta de tales confesiones, en realidad, no hay nada nuevo bajo el sol. Ya un libro de Adolfo Garcé de 2006, otro de Federico Leicht sobre Jorge Zabalza de 2007, declaraciones del propio Zabalza de hace unos años y más recientes de Héctor Amodio Pérez, entre otros testimonios e investigaciones, habían sugerido o claramente informado sobre estos episodios. Incluso más, hace mucho tiempo que también se sabe acerca de los estrechos vínculos tupamaros con movimientos y dirigentes terroristas internacionales de esos años 80 y 90, más o menos marxistas, como podían ser el dictador Gadafi en Libia o la organización terrorista vasca ETA en España.

Lo nuevo que aporta el libro de Urruzola parece ser una estimación de los montos de dineros obtenidos por los varios atracos de los tupamaros. Si bien la cifra global manejada es bastante inverosímil porque se habla de más de 20 millones de dólares, no es menos cierto que distintos testimonios admiten que las financiaciones de varias elecciones en las que participó el movimiento tupamaro y de sus distintos medios de prensa tuvieron origen espurio. Pero más allá de los recien-tes y numerosos desmentidos tupamaros y de las febriles especulaciones acerca de golpes internos en la izquier- da para debilitar la candidatura de Mujica en 2019, hay dos dimensiones que quiero destacar.

La primera refiere a la ceguera voluntaria de la academia que intenta dedicarse al asunto del financiamiento de los partidos políticos. Hace un tiempo, un mediocre trabajo de investigación, ideologizado, torpe y parcial, generado desde la Católica, quiso dar a entender que podía haber connivencias entre cierto poder mediático privado y ciertos partidos políticos y que se terminó perjudicando al oficialismo en la publicidad electoral en televisión. No solamente no trataba el asunto de la publicidad oficial de entes del Estado con sentido electoral en plena campaña, sino que, por ejemplo, tampoco se preocupaba porque la campaña del sector de Sendic se hubiera apoyado en la previa de Ancap.

Ahora que con esto de los tupas ven pasar un elefante amarillo por sus narices, la generalidad de esa academia, alineada con la izquierda, preferirá seguramente bajar la vista y disimular silente sus rasgadas vestiduras.

La segunda refiere al sinceramiento que como sociedad tenemos que hacernos frente al espejo de nuestra miseria moral y política. Aquí ya quedó claro, por ejemplo, que el desfalco de Ancap sirvió electoralmente a Sendic y que en todos estos años los tupas usaron al Estado al servicio del clientelismo amigo. Y aquí no pasó nada. Es más: el Frente Amplio, a pesar de todo eso bien sabido, ganó con luz varias elecciones.

Que lleguen nuevas noticias de temas viejos y mal que bien conocidos, como que los tupas han sido unos feroces delincuentes, no va a mover la aguja del apoyo político y electoral de Mujica.

Creer lo contrario es pura ilusión.

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Francisco Faig

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