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El ocaso del BRIC

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Junto con el crecimiento del producto y de los ingresos que los países del continente percibieron hasta 2014, se fueron manifestando cambios en las estrategias de las políticas económicas de los gobiernos.

Junto con el crecimiento del producto y de los ingresos que los países del continente percibieron hasta 2014, se fueron manifestando cambios en las estrategias de las políticas económicas de los gobiernos.

Especialmente respecto al aumento de las prioridades de los gobiernos por asumir directamente mayores responsabilidades vinculadas a la inversión de riesgo. Los grandes países del continente nunca habían abandonado el atractivo de elevar las incursiones que fortalecían el capitalismo de estado. Los países más pequeños no habían ido mucho más allá de la industrialización de los servicios públicos a la población. Agua, electricidad, telefonía, servicios municipales de diversa índole. Incluso, durante los años 90, época del consenso de Washington, una de las recetas fue la privatización de muchas empresas de servicios. El déficit permanente, las mayores dificultades de acceso al financiamiento y la pobre capacidad de gestión empresarial y de acceso a la innovación explicaron la ola de privatizaciones de los 90.

Pero la coyuntura económica que se fue consolidando desde los años 2000, cambió sustancialmente las oportunidades para nuevas estrategias públicas, lo que fue modificando las condiciones. Fueron años de fuerte crecimiento de la demanda y los precios de materias primas y alimento, lo cual mejoró el acceso al crédito y las oportunidades de inversión. Los países petroleros fueron los que se vieron especialmente favorecidos por la revalorización de sus exportaciones. Venezuela, Ecuador, México y Brasil principalmente, pero también otros países, vieron oportunidades de emprender desarrollos empresariales de gestión pública. Los pasos dados por Brasil influenciaron fuertemente la óptica de nuestros gobernantes. Desde aquellas manifestaciones de 2010 de progresar en el estribo de Brasil (que en aquel momento quería decir, en el estribo de Lula) se adoptó un modelo de grandes inversiones estatales. Alur, la energía eléctrica renovable, Ancap como íconos principales, pero también otras de menor porte y probablemente de mayor fracaso como el gas a través de la compañía del gas y de la regasificadora. No sobró nada para invertir en carreteras, puertos, almacenaje…

En Brasil como en Venezuela, los resultados no fueron mejores.

Hasta hace un par de años, el proyecto multinacional más ambicioso para los países emergentes del mundo eran las inversiones en las áreas BRIC. Grandes países, grandes oportunidades de riquezas naturales, de población, de financiamiento. Las inversiones en la industria estaban migrando de EEUU y Europa a China, India y países satélites promoviendo crecimientos del PIB cercanos al 10% por año durante más de una década. Fue la mejor noticia para los centros de acopio y distribución de capitales. Fue también una mala para los países que generaban la innovación pero que vieron que se reducía la inversión local a la vez que bajaban los salarios y el empleo. Hoy, como otras veces en el pasado, estamos viendo que el modelo adoptado en América Latina nos acercó al dinero pero no cambió significativamente a las sociedades, como sí lo hizo en China o India. Mientras bajan las aguas, van aflorando en el continente los despojos del fracaso y mucho trabajo para el sistema judicial.

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Joaquín Secco García

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