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Obama, ¿está en lo cierto?

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El presidente Barack Obama y los Estados que integran el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, más Alemania, han convulsionado a la comunidad internacional con decisiones que instalaron la controversia.

El presidente Barack Obama y los Estados que integran el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, más Alemania, han convulsionado a la comunidad internacional con decisiones que instalaron la controversia.

Obama y su apertura a Cuba es vista desde una visión opuesta como una expresión de debilidad frente a la vieja dictadura castrista en la isla. Por otro lado, el acuerdo con Irán de los Seis Países aparece como una posición ingenua respecto de la mala fe con que el estado persa trata de aliviar las sanciones económicas que le fueron impuestas.

La realidad es de una dinámica impensable; la economía y el mercado internacional han transformado la estabilidad del mundo capitalista; el terrorismo adquiere expresiones reñidas con la convencionalidad de las guerras del pasado; los recursos naturales y la seguridad alimentaria están en la cabeza estratégica de las grandes potencias, y en especial de China que avanza inexorablemente en la conformación del nuevo orden mundial; mientras que el tema ambiental compromete la suerte del planeta en una silenciosa e irreversible degradación de las condiciones de vida ante la desesperación de líderes conscientes del peligro que ello encierra.

Por eso, las respuestas no son tan simples. De ahí es que no se trata de encontrar contradicciones sino de asegurar un equilibrio de poder que resca- te la vigencia de todos los derechos humanos y que la vida y la dignidad de las personas no sean condicionadas por la ley del más fuerte o del más amenazante de los actores o de aquel que aparece como escaso de cosas que perder.

La pregunta que nos hacemos es muy simple ¿en qué clase de mundo se inserta nuestra civilización occidental? ¿En aceptar mansamente la negación de los genocidios del pueblo judío o del armenio? ¿En olvidarnos que las armas nucleares pueden hacer más daño que las que arrasaron setenta años atrás con las ciudades de Hiroshima y Nagasaki? ¿En negociar con los extremismos para que dejen de serlo en una suerte de ilusión indefinida, cada vez más alejada de la realidad?

La violencia parece ser hoy una regla y no la excepción. La hemiplejia moral en que vivimos nos lleva a mirar todo con un solo ojo de acuerdo al enemigo que se combate o al amigo que se defiende. El exterminio del que piensa diferente puede justificarse para algunos mientras otros se aferran a que el diálogo y solo el diálogo siempre es el mejor y único camino.

Stalin - que mucho sabía de esto- decía que “un muerto es un asesinato; un millón de muertos es una estadística”.

¿Estamos tan lejos de la estadística?

Parecería que no, porque al igual que Israel y Arabia Saudita, hasta el presidente sirio Bashar al Assad está preocupado por el acuerdo marco nuclear con Irán. ¿Y eso por qué?. Simplemente porque Rusia e Irán vienen insinuando que el destino de Assad es negociable, ya que tras cuatro años de guerra han muerto en Siria más de 200.000 personas, millones han sido desplazados y su economía como su infraestructura son irreconocibles. Como si fuera poco, un despiadado y nuevo califato avanza dramáticamente en la región, sin límites morales o humanos. El Ejército Islámico es una pesadilla con el rostro de la muerte y un reguero de sangre.

El escenario es de una gran complejidad. Frente a este, la respuesta de Obama es comprometerse con una necesidad estratégica que sustituya una política de interminables sanciones y aislamientos por acuerdos basados en el poderío económico y militar de los Estados Unidos. Eso le permite decir en entrevista con el periodista Thomas Friedman del New York Times, que “somos lo suficientemente poderosos como para probar estas posibilidades sin ponernos en peligro”.

Cuba, agregó el presidente de los Estados Unidos de manera muy polémica, “no amenaza nuestros intereses centrales en materia de seguridad... e Irán, un país grande y peligroso, tiene un presupuesto militar del orden de los 30.000 millones de dólares mientras el nuestro está cerca de los 600.000 millones” .

Mi doctrina es muy sencilla agregó: “nos comprometemos pero sin perder ninguna de nuestras capacidades”. Obama ve en esas negociaciones que ha emprendido -al igual que los otros países que lo acompañan- , la posibilidad de despejar el tema nuclear en la mesa de negociaciones.

El gran desafío de occidente esta allí, porque las amenazas externas e internas a los aliados árabes sunnitas, como Arabia Saudita, son reales, igual que la Paz y la seguridad de Israel, siempre comprometida y siempre amenazada. Consciente de ello Obama ha declarado expresamente “que les quede claro a los vecinos de Israel, que si este es atacado los Estados Unidos estarán a su lado”.

El presidente Obama tiene absoluta convicción y certeza acerca de su movida política. Se manifiesta con la suficiente confianza como para correr algunos riesgos y bastante incomprensiones de distintos sectores políticos. Pero, su jugada, ¿puede ser ganadora y terminar con una tensión que no decrece y se agrava con matanzas y amenazas interminables?

Si no es esta la posición correcta, ¿cuál es la alternativa de los Estados Unidos y qué puede esperar el mundo?

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Sergio Abreu

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