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Nuevas clases

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Seducen los sistemas de ideas. Explican todo. Una línea es la de las dialécticas de raíz hegeliana. Para Pareto, unas elites se establecen, dominan a los pueblos y generan el nacimiento de otras que les desplazan y así sucesivamente.

Seducen los sistemas de ideas. Explican todo. Una línea es la de las dialécticas de raíz hegeliana. Para Pareto, unas elites se establecen, dominan a los pueblos y generan el nacimiento de otras que les desplazan y así sucesivamente.

Otra notoria es la materialista de Marx: la sociedad es escenario de la lucha de clases económicas, entre los burgueses que tienen los medios de producción y los proletarios que solo cuentan con su trabajo para vivir. Ante las realidades de la Revolución Industrial del siglo XVIII, decía que el mundo sería de los proletarios, cuya dictadura inevitable nos llevaría a un paraíso socialista posterior. El mundo sigue andando. Uno, lejos de intelectualidades tan elevadas, siente que a partir de ciertos valores asentados en la tradición de Occidente, como el respeto por uno mismo y el de la persona, la libertad, la familia y los bienes ajenos como si fueran propios, solo cabe concluir con Aristóteles que la única verdad existente, con sus luces y sombras, es la realidad. ¡Chau teorías!

La expresión Revolución Industrial así llamada por el historiador inglés Arnold Toynbee, refiere al desarrollo económico británico vinculado al carbón como fuente de energía, y va desde finales del 1700 hasta 1870. Su prohombre fue Watts quien creó la máquina de vapor y revolucionó las formas de producir, especialmente en la actividad textil y en la metalúrgica, renovando los sistemas de transporte. Dio comienzo a un proceso económico y social que se extendería por buena parte de Europa y América del Norte. La industrialización y la explotación de los asalariados dio lugar a la cuestión social, a la que hoy los países realmente progresistas, democráticos y capitalistas, han resuelto con soluciones de vida, propiedad, empresa, trabajo, ingresos, vivienda, educación y salud, celebrando acuerdos sociales inteligentes. Sin guerra.

La segunda revolución va aproximadamente de 1870 hasta 1914. Tiene dos fuentes de energía nuevas: la electricidad y el petróleo (nafta y gasoil). Acentuó la relevancia del ferrocarril y el transporte naval. Cobró renovado impulso la industria de armamentos, y los materiales “nuevos” fueron, además del hierro, el acero (aleación de hierro con una pequeña cantidad de carbono) y otros metales livianos como el aluminio. Se avanzó en todos los terrenos: la industria de los laboratorios, fertilizantes, la dinamita, las investigaciones de Darwin, Koch y Pasteur, etc. Fue la hora de Alemania y los Estados Unidos de Norteamérica.

Finalmente, la tercera revolución es la tecnológica -a la que se integra Japón y ahora China, la de la inteligencia y la información- y se extiende desde la Segunda Guerra Mundial hasta nuestros días. Es la sociedad postindustrial o de servicios, y la era tecnotrónica (combinación de la tecnología con la electrónica). Los científicos del planeta están embarcados en su investigación, y es así que el conocimiento en las ciencias crece geométricamente por hora. Le caracterizan: la investigación y el desarrollo de la energía nuclear, de las comunicaciones, el conocimiento del espacio y Universo, y la informática, la robótica y la biotecnología.

Mientras tanto, nuestras escuelas y liceos están de huelga, se anuncian paros generales, el despilfarro de los dineros públicos y la presión tributaria desbordan al hoy nacional gris. Y los gladiadores de reivindicaciones no se percatan de la nueva lucha de clases: entre los humanos y los robots.

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Ricardo Reilly Salaverri

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