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No es entre todos

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Lograr soluciones entre todos, involucrando al mayor número, sin imponer recetas sino que buscando todos juntos, es un argumento común entre nosotros. Es que la idea del consenso es muy apreciada por el uruguayo medio.

Lograr soluciones entre todos, involucrando al mayor número, sin imponer recetas sino que buscando todos juntos, es un argumento común entre nosotros. Es que la idea del consenso es muy apreciada por el uruguayo medio.

Hay una tradición que explica y justifica ese talante. El viejo Uruguay de inicios del siglo XX que había salido de una cruenta guerra civil estaba partido al medio electoralmente. Para evitar la exclusión de la mitad del país, la solución pasó por la integración de los opuestos en la toma de decisiones políticas. Así, diversos mecanismos institucionales o iniciativas de pactos políticos procuraron evitar que una parte del país gobernara contra la otra parte; casi siempre, para poder concretar políticas públicas, se precisaban acuerdos entre partidos distintos.

Esa forma de hacer política fue permeando el sentido común ciudadano y logró que entre nosotros se valorara positivamente el acuerdo entre actores rivales. Por eso es que hoy en día, cuando hay que enfrentar un desafío político importante, el reflejo de buscar consensos amplios donde poder apoyar las soluciones es siempre bienvenido, a pesar de que todos sabemos que el Frente Amplio dispone de mayorías absolutas en el Parlamento y que, matemáticamente, no precisa de sustentos fuera de la coalición.

El problema es que la vieja lógica del consenso ha cambiado. Hoy, la verdad es que el argumento de buscar soluciones entre todos se hace sobre todo en momentos de crisis y sirve para diluir la responsabilidad gubernamental. Ocurre que quien ejerce el poder lo hace desde su perspectiva mayoritaria y sin tener en cuenta la opinión de los demás partidos que representan una porción importantísima de la ciudadanía. Cuando percibe que tal o cual de sus políticas van mal y son duramente reprochadas, genera una dialéctica que busca evitar las críticas en circunstancias tan graves y que termina por convencer sinceramente a mucha gente. Plantea entonces que las soluciones deben ser encontradas entre todos.

Sin embargo, ese reclamo por el consenso no cambia la estructura del poder. Es decir: se invoca el consenso, el poner el hombro, el buscar entre todos, pero los instrumentos y resortes del poder político y estatal siguen estando todos acaparados por el partido de gobierno. Porque legitimado por los resultados de las pasadas elecciones, el Frente Amplio no está dispuesto a cambiar nada del poder real, aunque a veces su discurso quiera hacernos creer que la solución precisa de todos.

Dos ejemplos ilustran esta lógica política: la inseguridad y la basura en Montevideo. Cuando llega una circunstancia de tensión porque la situación empeora gravemente, siempre aparece algún importante dirigente a decir que hay que buscar soluciones entre todos. Eso sí, el poder real, el de la conducción de la Policía o el de la administración de la Intendencia, se mantiene en manos del mismo partido. Simplemente el consenso se invoca con dos objetivos: por un lado, como forma de neutralizar la crítica opositora; por otro lado, como alivio para la barra compañera, que siente que no tiene que cargar sola con el peso del fracaso.

En este escenario mayoritarista, no existe el entre todos: la responsabilidad es solo del gobierno.

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Francisco Faig

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