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No es un invento

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Uno de los problemas serios que impide mejorar la inseguridad que sufre el país es que buena parte de la izquierda cree, sinceramente, que tal diagnóstico de inseguridad no refleja la realidad. En su perspectiva, se trata de un invento de la prensa y de los partidos opositores para perjudicar al gobierno del Frente Amplio.

Uno de los problemas serios que impide mejorar la inseguridad que sufre el país es que buena parte de la izquierda cree, sinceramente, que tal diagnóstico de inseguridad no refleja la realidad. En su perspectiva, se trata de un invento de la prensa y de los partidos opositores para perjudicar al gobierno del Frente Amplio.

El argumento precisa de dos muletas sobre las cuales apoyarse. Por un lado, dar por evidente algo en verdad muy discutible, como es que el pueblo cree ciegamente en lo que le dicen. Así, habría como un poder hipnótico de la prensa y de los líderes de opinión opositores que al machacar sobre la inseguridad terminaría por convencer a mucha gente algo tonta, o ingenua, de que esa inseguridad existe.

Por otro lado, importa que cada tanto algún che-pibe politólogo, sociólogo o similar, afirme que el Uruguay es seguro comparado con la región o el mundo. La legitimidad y objetividad que el conocimiento otorga pondrán así en tela de juicio esa sensación de inseguridad, y se reafirmará entonces de que se trata de una simple exageración periodística u opositora.

Cualquier desgracia que pueda ocurrir, asesinatos, secuestros o lo que fuere, entrará entonces en el campo de lo anecdótico. Ciertamente son episodios tristes y merecedores de repudio. Pero desde la sabiduría izquierdista lo importante es no ceder a este tipo de operaciones desestabilizadoras; y recordar, si es necesario, que estamos mejor que Brasil u Honduras.

El problema con esta visión tan extendida en el comité de base y entre los compañeros intelectuales progres, es que es enteramente falsa. A los uruguayos, francamente, les importa muy poco la inseguridad en Colombia o en países similares. Simplemente se dan cuenta en su vida cotidiana de que se está cada vez peor con respecto a años anteriores. Por eso mismo, lo que dice la prensa en este tema viene a ratificarles su sensación diaria. Es más: si los medios de comunicación informaran que todo está mejor en materia de seguridad, simplemente la gente no les creería.

Los datos no mienten. Las cifras de rapiñas denunciadas, por ejemplo, fueron 8.352 en 2005 y 19.420 en 2015. Y nunca dejaron de aumentar, igual que los hurtos denunciados, que ya son más de 100.000 por año. En 2015, hubo 289 asesinatos en total, casi un 10% más que en 2014. En los barrios de clases medias y populares de Montevideo, como por ejemplo Manga, Cerro o Paso de la Arena, las tasas de homicidios pueden llegar a los 22,7/100.000 habitantes, es decir, de las peores del mundo. Montevideo tiene una tasa de homicidios más alta que San Pablo, Buenos Aires o Santiago de Chile; es incomparablemente más alta que la de Madrid, Barcelona, París o Roma.

Tenemos un problema serio de inseguridad. Pero sufrimos además la terquedad de un actor muy importante del sistema político, como es el Frente Amplio, y la necedad de una gran mayoría de líderes de opinión e intelectuales que son afines y funcionales a esa izquierda: ninguno quiere aceptar siquiera que existe este cotidiano de inseguridad.

¿Cómo se hace para cambiar de rumbo si quienes conducen el país y quienes se ocupan de analizar la pertinencia del camino tomado son los peores ciegos porque son los que no quieren ver?

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Francisco Faig

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