Publicidad

No alcanza con negar la crisis

Compartir esta noticia

Desde el pasado 1º de marzo la palabra crisis planea como una sombra sobre el gobierno. Aunque sus miembros la niegan no pueden evitar que aletee sobre sus cabezas. Ante las cámaras de TV, el ministro de Trabajo, Ernesto Murro, casi pierde los estribos cuando un periodista le habló en Maldonado de “crisis laboral”.

Desde el pasado 1º de marzo la palabra crisis planea como una sombra sobre el gobierno. Aunque sus miembros la niegan no pueden evitar que aletee sobre sus cabezas. Ante las cámaras de TV, el ministro de Trabajo, Ernesto Murro, casi pierde los estribos cuando un periodista le habló en Maldonado de “crisis laboral”.

Su colega de Educación, María Julia Muñoz, acaba de atentar contra la realidad al proclamar ante un Senado estupefacto que “no hay crisis en la educación”. Y desde Economía, Danilo Astori, como no podía ser de otra manera, sostiene que “Uruguay no está en crisis porque sigue creciendo”.

Técnicamente Astori tiene razón. Los economistas entienden que hay crisis cuando el Pbi de un país se estanca o se reduce en vez de aumentar. Y mal que bien Uruguay crecerá en 2015 un 2.5% según Astori, un 2% según el presidente del Banco Central, Mario Bergara, y menos de un 2% según economistas independientes. Empero, aun creciendo puede afirmarse que hay crisis en un sentido menos técnico, el de “situación dificultosa o complicada” como indica una de las acepciones de esa palabra según el diccionario de la Real Academia Española.

No reconocer esa situación es lo que hizo alguno de los gobiernos anteriores con pésimas consecuencias, algo que el elenco conducido por Tabaré Vázquez debiera recordar. El problema es que el Frente Amplio insistió en la campaña electoral que todo marchaba sobre ruedas y que la posición del país era sólida y nada había que temer. Ahora les cuesta desdecirse en público sobre todo porque los líderes del equipo económico son los mismos. En privado sí se desdicen y secretean, como hizo el propio Vázquez ante los ministros de la Suprema Corte de Justicia al confesarles que la situación económica es “peor” de lo que esperaba.

Sin embargo, en este caso no es necesaria la confesión de parte. El 3.5% de déficit legado por el gobierno de Mujica canta a las claras el despilfarro de recursos estatales registrado en el último quinquenio con estragos estelares como el de Ancap y sus deudas millonarias. El crecimiento de los subsidios por desempleo, el aumento de los concordatos, los remates de maquinarias agrícolas y automóviles, y la caída gradual pero persistente en el consumo, son indicadores actuales de que la situación es dificultosa, complicada y algo más.

Los administradores frentistas de la última década olvidaron que tras todo período de vacas gordas llega el de las vacas flacas. Pensaron que la bonanza iba a ser permanente desoyendo incluso las advertencias bíblicas. Y lo peor es que incurrieron en el pecado de soberbia al minimizar la benéfica influencia de la coyuntura internacional para adjudicarse ellos mismos todos los méritos de la bonanza. Esa coyuntura internacional que ahora sí invocan para achacarle las causas de los problemas que afronta nuestro país.

En medio de ese panorama lo mejor sería gobernar con la máxima austeridad, pero eso es difícil que ocurra en virtud del descomunal crecimiento del Estado bajo dos sucesivos gobiernos frentistas. Baste decir que el presupuesto que actualmente se discute en el Parlamento contiene un déficit agregado de unos dos mil millones de dólares mientras la mayoría parlamentaria del gobierno actúa como si la fiesta continuara. Al estilo de los músicos del Titanic.

SEGUIR
Antonio Mercader

¿Encontraste un error?

Reportar

Te puede interesar

Publicidad

Publicidad