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Naa... ¿en serio?

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A veces recibimos algunas noticias argentinas con un dejo de incredulidad porque, realmente, parecen de ciencia ficción. Sin embargo, si atendemos a algunas de las nuestras, también constataremos que son inusitadas.

A veces recibimos algunas noticias argentinas con un dejo de incredulidad porque, realmente, parecen de ciencia ficción. Sin embargo, si atendemos a algunas de las nuestras, también constataremos que son inusitadas.

La producción de soja trajo consigo la extensión del uso de agroquímicos como el glifosato. En todo el mundo es sabido que esos productos deben usarse con sumas prevenciones porque así lo requiere el cuidado de la salud humana. En Paso Picón, un productor fue multado por varias dependencias del Estado por no cumplir las normativas de seguridad al esparcir glifosato en su campo. Molesto, frotó sus manos y su rostro con ese producto. Declaró que el plaguicida es inocuo y que las críticas son “rumores de conventillo”. No es un paisano bruto: es médico. Sin embargo, ninguna corporación médica creyó que hubiera que desmentir y deslegitimar el increíble parecer de semejante doctor.

El gobierno decidió colaborar con Estados Unidos y su vergüenza de Guantánamo. Pero hemos mostrado una impericia infantil para hacernos cargo de semejante responsabilidad. Es tan increíble la torpeza, que en todo este tiempo el interlocutor del gobierno con Diyab no fue capaz de asegurarse un traductor confiable árabe- castellano para entender bien a los expresidiarios: el que tenía inventaba las traducciones, agregando por ejemplo críticas a Estados Unidos.

Somos capaces de permitir la construcción de un estadio de fútbol para 40.000 personas sin previsión acorde de lugares de estacionamiento, ni servicios de transporte eficientes, ni seguridad pública que impida que los autos de los felices hinchas sean robados y estropeados. Pasan los meses, nada se resuelve y todo sigue tan campante.

Tenemos un vicepresidente que durante años dijo ser licenciado en genética humana en Cuba. Anunció que presentaría su título y finalmente nunca lo hizo. Empero, sigue firmando comunicaciones oficiales como licenciado y opina sin rubor sobre educación superior. No sufrió sanciones políticas. Por el contrario, todo ha sido avalado por su partido que es ampliamente mayoritario en el país.

Con Mujica en la Deutsche Welle pasa la mentira de siempre: se afirma que estuvo 14 años en la cárcel “durante la dictadura”, cuando es sabido que cayó preso en democracia. Pero yendo a su mensaje, el expresidente ensaya un tono apocalíptico (su preocupación por la extinción de los leones bien vale una misa) y dice que “la clave fundamental no es el mercado, sino la vida”. Así, infelizmente, mundializa la vergüenza que a todos siempre nos ha dado su paye con ademán intelectual.

Al inicio de la Revolución Industrial en 1820, era pobre el 84% de una humanidad de unos 1.000 millones de personas en total. Hoy, con el desarrollo de la economía de mercado y la globalización, viven en la pobreza menos del 13% de un total de unas 7.400 millones de personas en el mundo. Es cierto que falta muchísimo por mejorar. Pero la gente seria que estudia estos temas sabe que la solución no pasa por negar el mercado para valorar la vida. Eso, infelizmente, solo es fruta uruguaya tirada en la tele alemana para consumo progre-adolescente.

Todas estas cosas pasan en Uruguay. Parecen increíbles. Nos avergüenzan como país.

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Francisco Faig

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