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Mutaciones calladas (II)

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La semana pasada hice la presentación general de los temas para este verano. Adelanté que, contrariamente a lo que se piensa, no todos los asuntos de importancia para nuestra República tienen lugar en el terreno político.

La semana pasada hice la presentación general de los temas para este verano. Adelanté que, contrariamente a lo que se piensa, no todos los asuntos de importancia para nuestra República tienen lugar en el terreno político.

Hoy empiezo con el primero de esos temas: refiere al lugar donde la gente elige vivir. Me voy a referir al Uruguay pero para entender el asunto hay que remontarse más atrás. El humano empieza siendo nómade, sin lugar fijo de asentamiento. No tiene más remedio que vivir así porque su sustento es móvil: tiene que trasladarse atrás de la caza, la pesca y la recolección. El descubrimiento del grano duro y el aprendizaje de su manejo es lo que le permite afincarse en un lugar. Ese grano -arroz, maíz, trigo, según las civilizaciones- tiene la singular condición de que se puede conservar, ya sea para volver a sembrar ya sea como reserva almacenada para tiempo de escasez. Con el dominio de las técnicas de manejo del grano duro la trashumancia, el deambular de un lado a otro, pasa a ser inconveniente e inútil. El grano duro le hace posible al humano quedarse en un lugar, al que irá transformando como propio.

Ese humano sedentario buscará, además, vivir en proximidad, junto a otros humanos. Esa opción no obedece solamente a necesidades de defensa frente a enemigos o por razones de mayor eficacia económica (el mercado como complementación productiva). Aun sin estos motivos, el humano, pudiendo, prefiere vivir agrupado. Allí se encuentra la explicación de Nínive y Babilonia en la antigüedad, de la Roma Imperial, del México de Moctezuma, o de Tokio y San Pablo de hoy. Así como la tendencia al sedentarismo es constante a través de los siglos y en todas las razas y culturas, la tendencia urbana, la preferencia por vivir en ciudades (pueblos, villas, el tamaño es relativo) resulta también general. Desde tiempos inmemoriales se tejen loas a las bondades de la vida campestre, pero invariablemente se oyen de boca de alguien que ya vive en algún poblado.

Esta tendencia secular del humano a irse para la ciudad, es generalmente una decisión individual pero termina conformando una tendencia masiva y da lugar a un fenómeno colectivo. Más del 60% de los 2.6 millones de campesinos que aún quedan en Italia tienen más de 60 años: a medida que vayan muriendo sus tierras irán a engrosar los seis millones de hectáreas de tierras labrantías abandonadas (1/3 del total) porque sus descendientes se han ido a la ciudad y no quieren volver por nada. Nuestras estadísticas indican que hoy viven en el medio rural uruguayo unas 210.000 personas; según sus proyecciones dentro de 20 años serán 150.000, es decir bastante menos. Todo esto lleva a pensar que la despoblación de la campaña va a seguir, sean cuales fueren las decisiones políticas y aun las necesidades de nuestra economía. Esto es serio y hay que tomarlo en serio

La discusión de si es la forma de producir lo que genera la forma de vida o si la forma de vida es lo que genera un modo específico de producción no ha sido resuelta. De todas maneras, no importa; lo que importa es abrir los ojos a estos elementos del comportamiento poblacional para ir acomodando tanto su imaginario colectivo como sus expectativas de desarrollo. Tener indicaciones sobre dónde se va a encontrar la gente dentro de unos años es básico para planificar la infraestructura de un país, el desarrollo de sus servicios y la inversión pública.

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Juan Martín Posadas

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