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Mucho ruido y pocas nueces

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El Frente Amplio rescata como uno de sus logros principales la disminución de la pobreza y la mejora en la distribución del ingreso ocurrida en estos últimos años.

El Frente Amplio rescata como uno de sus logros principales la disminución de la pobreza y la mejora en la distribución del ingreso ocurrida en estos últimos años.

En efecto, si uno mira las cifras oficiales que miden la pobreza y que se basan en comparar los ingresos de los hogares con la línea teórica de pobreza, se observa que en el 2014 solamente el 9.7% de las personas tenía un ingreso inferior a dicha línea.

Por otra parte, si se utiliza el índice Gini, que se basa en los ingresos de los hogares para medir la concentración del mismo, también advertirá una mejora en la distribución. Si nos quedamos en el análisis de estas cifras, no tenemos más que coincidir con la visión del gobierno. Sin embargo, cuando se analiza más en profundidad se advierten dos problemas.

En primer lugar, la medición de los ingresos induce a subestimar tanto la pobreza como la desigualdad. La inclusión de un ficto por concepto de cuota mutual como ingreso tiende a incrementar artificialmente los ingresos, lo que redunda en un menor número de “pobres”. Por otro lado, la declaración de ingresos de los más ricos tiende a subestimarlo como lo demostró una investigación basada en la recaudación del IRPF.

No es que la pobreza y la desigualdad medida por ingresos no hayan disminuido, sino que lo han hecho en menor medida que la que surge de los datos de la Encuesta Continua de Hogares (ECH).

En segundo lugar, cuando se toma en cuenta no sólo el ingreso sino también otras dimensiones del desarrollo humano, los resultados lucen desalentadores. En estas columnas hemos hecho referencia a varias investigaciones que en los últimos años han agregado otros elementos al análisis, llegando a conclusiones mucho menos optimistas. En su momento nos referimos al índice que mide las Necesidades Básicas Insatisfechas, que tiene en cuenta elementos más estructurales como la vivienda y la educación, y que mostraba que el 34% de la población tenía al menos una NBI.

También hicimos referencia a una publicación cuyos resultados en su momento causaron mucho revuelo, que fue la Primera Encuesta Nacional de Salud Nutrición y Desarrollo Infantil (Ensdi) que reveló la existencia de 4% de niños menores de cuatro años con inseguridad alimentaria severa (hambre). Un estudio realizado por el Mides con datos de 2011, donde se consideraba un enfoque de pobreza “multidimensional”, estimaba que alrededor de la mitad de la población tenía alguna “carencia social”.

A todo esto, se agrega la publicación del INE dada a conocer recientemente, en la cual se analizan los resultados de la ECH del año 2014, donde se concluye que “no se observa una mejora en los indicadores que miden segregación residencial y más aún, se percibe una tendencia creciente de la misma en términos de educación”. “Esto quiere decir que independientemente de la mejora de los indicadores habituales de bienestar pueden generarse procesos de exclusión social a partir de la concentración espacial de la población según los atributos considerados”.

En definitiva, los logros reales en materia social durante una década cuya bonanza será difícilmente repetible, han sido magros, dando cuenta inequívoca de la ineficacia con la que se aplicaron los recursos adicionales con los que se contó.

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Fanny Trylesinski

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