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Militares en el Parlamento

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Las barras atestadas de uniformados dieron la nota en el homenaje a los soldados que actuaron en Haití en el primer reconocimiento del Parlamento a las Fuerzas Armadas desde el retorno de la democracia. Más de tres décadas tuvieron que pasar para que ocurriera este acto público que hoy tiene el valor de un signo de reconciliación del sistema político -y en cierta medida de toda la sociedad- con los militares.

Las barras atestadas de uniformados dieron la nota en el homenaje a los soldados que actuaron en Haití en el primer reconocimiento del Parlamento a las Fuerzas Armadas desde el retorno de la democracia. Más de tres décadas tuvieron que pasar para que ocurriera este acto público que hoy tiene el valor de un signo de reconciliación del sistema político -y en cierta medida de toda la sociedad- con los militares.

Fue una sesión en donde gobierno y oposición agradecieron a las Fuerzas Armadas “el fiel cumplimiento de la misión” así como también su “profesionalismo y la entrega en la labor humanitaria”. La moción recibió 28 votos en 28 presentes con la adhesión de la casi totalidad de los legisladores del Frente Amplio a la incorporación de militares uruguayos a la misión de ONU en la nación más pobre de América.

Una adhesión de la izquierda que contrasta con los temores y dudas que otrora tenían sus integrantes ante la presencia del ejército compatriota en el país caribeño, lo que era, según decían, una intervención para “hacerle el juego al imperialismo yanqui”. Empero, la cruda realidad de ese país con el 80% de su población sumergida en la miseria y una caótica situación social y política terminó por convencer a la mayoría de los legisladores frenteamplistas que la presencia uruguaya era necesaria tal como sostenía la oposición.

En varias ocasiones se votó la prórroga de la misión, lo que suscitó periódicos debates sobre la conveniencia de que militares uruguayos alternaran con los “cascos azules”. Hasta el fin hubo sectores de izquierda que calificaron aquello como una “injerencia” en la política de otro país destinada a hacerle “el caldo gordo al imperialismo”, pero a la postre ese sonsonete de lugares comunes y anacrónicos fue desplazado por conceptos más realistas, centrados en la necesidad de apoyar a la menesterosa población haitiana, contribuir a la distribución de ayuda humanitaria y respaldar unos procesos electorales democráticos capaces de darle a Haití la estabilidad que tanto necesita.

He aquí un caso claro en donde el principismo teórico tan frecuente entre grupos de izquierda cuando estaban en la oposición, se transformó en realismo político por el simple hecho de estar en el gobierno. En ese cambio de opinión debió pesar el mayor conocimiento de la realidad haitiana y la comprensión de que el mantra del cuco yanqui no pasaba de ser un eslogan agitado por organizaciones tan flechadas como el Pit-Cnt opuestas sin fundamento alguno a la acción pacificadora de las Naciones Unidas.

También debió influir el aprecio manifestado hacia Uruguay en foros internacionales por su cooperación en Haití. Un reconocimiento del cual se ufanaron -sobre todo cuando concurrieron a la sede de ONU- tanto Tabaré Vázquez como el expresidente José Mujica. Ambos admitieron que la misión sirvió como experiencia de capacitación para las Fuerzas Armadas con el consiguiente beneficio en materia salarial para los participantes.

En suma, si bien el acto en el Parlamento no alcanzó para cerrar todas las heridas del pasado, está claro que fue un paso adelante en la normalización de las relaciones entre los militares y un sistema político que todavía los mira con recelo.

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Antonio Mercader

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