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Migración vergonzante

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Uruguay fue durante largos años, sitio de bienvenida de inmigrantes. En verdaderas oleadas, iban llegando integrantes de colectividades diversas, entre las cuales se destacaban españoles, italianos y otros europeos que luego de ahorrar con tremendo esfuerzo el dinero para pagar sus pasajes, viajaban hasta aquí para abrirse camino en la sociedad uruguaya, libre y tolerante.

Uruguay fue durante largos años, sitio de bienvenida de inmigrantes. En verdaderas oleadas, iban llegando integrantes de colectividades diversas, entre las cuales se destacaban españoles, italianos y otros europeos que luego de ahorrar con tremendo esfuerzo el dinero para pagar sus pasajes, viajaban hasta aquí para abrirse camino en la sociedad uruguaya, libre y tolerante.

Pero hoy la migración extranjera, cuando es detectada suele revelarse como el trasfondo de historias sórdidas. Como la de hace poco, cuando dos ciudadanas chinas se deslizaron de Uruguay a la Argentina donde fueron descubiertas por aduaneros y devueltas al nuestro. Apenas un ejemplo pero indudablemente uno de muchos.

Días pasados el diputado Gustavo Espinosa hizo un pedido de informes al Ministerio del Interior donde expresaba: “Preocupa la fragilidad de nuestras fronteras frente a delitos tan aberrantes como lo son el tráfico y la trata de personas; es lamentable que seamos un país permeable a estas redes delictivas cuyas víctimas sufren las más graves violaciones a los derechos humanos que se puedan imaginar”.

Violaciones que incluyen negocios repugnantes como la prostitución, el traslado de criminales a sueldo o la captura de jóvenes para operarlos y extraerles órganos que en un oscuro mercado, tienen alto valor.

Cientos de personas están desaparecidas hoy, aquí, en Uruguay. Desde niños hasta adultos, por cuya reaparición claman sus familias y amigos que se niegan a que el olvido envuelva estos casos dramáticos. Aun sin pruebas de ello, cuesta no pensar que muchos de esos desaparecidos hayan caído en manos criminales, capaces de hacer salir seres humanos de la escena pública, por un mero puñado de dólares.

Todo esto no ha escapado a la visión del exterior y ocurren cosas como la denuncia de la relatora especial de las Naciones Unidas, Joy Ngozi Ezeilo, que luego de permanecer cuatro días visitando el país (Montevideo, Colonia, Paysandú, Young) concluyó que “Uruguay es origen, tránsito y destino de trata de personas”.

Ezelio se reunió con el Ministro de Relaciones Exteriores, jueces y fiscales especializados en Crimen Organizado, además de jerarcas y técnicos de la Suprema Corte de Justicia y autoridades del Ministerio del Interior, Desarrollo Social, Educación y Cultura, Turismo, Deporte y Trabajo y Seguridad Social. Luego de esto,presentó sus conclusiones a la prensa, no escatimando expresiones condenatorias como ésta: “Uuguay se ha convertido en un país de tránsito para los contrabandistas y traficantes que intentaron hacer transitar sus víctimas a Europa y las Américas.”

Por lo que pudo comprobar, hay uruguayos que son traficados a Europa, principalmente España e Italia, con fines de explotación sexual-comercial. Situaciones que según vio, cuentan con una “tolerancia inaceptable” de parte de la población en cuanto al tráfico interno de niños y en especial de niñas. Un tráfico que va en aumento, en particular la de explotación sexual.

Uruguay, que en 1835 bajo el gobierno de Oribe abolió la esclavitud, no puede seguir siendo calificado territorio de migrantes negociados cual si fueran siervos. Debe salir de esa coyuntura vergonzante y volver a ser una democracia abierta a todas las personas de buena voluntad.

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