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Micro lucha de clases

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Hay algo más grave que la corrupción. En todo el escándalo en torno al procesamiento del director de ASSE, Alfredo Silva, surgen en forma permanente las denuncias de abusos, humillaciones, trato despectivo, prepotencia, de parte del ex jerarca hacia toda la gente con quien interactuaba en su ámbito laboral. Detrás de esto, pero sobre todo detrás de la tolerancia de las autoridades a semejante comportamiento, está la explicación de varios problemas que hoy padece el país. Y que sobrepasan en mucho el ámbito de la salud pública.

Hay algo más grave que la corrupción. En todo el escándalo en torno al procesamiento del director de ASSE, Alfredo Silva, surgen en forma permanente las denuncias de abusos, humillaciones, trato despectivo, prepotencia, de parte del ex jerarca hacia toda la gente con quien interactuaba en su ámbito laboral. Detrás de esto, pero sobre todo detrás de la tolerancia de las autoridades a semejante comportamiento, está la explicación de varios problemas que hoy padece el país. Y que sobrepasan en mucho el ámbito de la salud pública.

"Él tiene un estilo controversial", "tiene un carácter muy fuerte". Así describe la ministra de Salud, Susana Muñiz, la personalidad de Silva, en una entrevista publicada esta semana por Búsqueda. Pero si se presta atención a las denuncias que vienen haciendo desde hace años, las palabras de Muñiz se quedan cortas. Hay casos como el de una de sus secretarias en ASSE, Loreley Rodríguez, que detalla un nivel de abuso tan grande, que le motivaron una baja por problemas nerviosos. No fue la única.

Ya en abril del 2013 se difundió una carta firmada por los jerarcas de los centros de salud de Río Negro, Carmelo, Colonia, Durazno, Flores, Young, Cardona, Dolores, San José, Juan Lacaze y Soriano, quejándose por "las manifestaciones inapropiadas y a la actitud ofensiva" de Silva. E incluso la denuncia que comenzó todo el proceso judicial en su contra, provino de una humilde trabajadora de limpieza del Maciel, a quien Silva había echado de forma despectiva de una asamblea.

La propia Muñiz admite en la entrevista que estaba al tanto de las denuncias. Lo mismo que el secretario de Presidencia, Homero Guerrero, y varios dirigentes del oficialismo. Entonces ¿por qué no se hizo nada? ¿Por qué se toleró que alguien que se suponía venía a defender el punto de vista de los trabajadores, de los más humildes, tuviera esas actitudes? Hay dos respuestas probables. La primera tiene que ver con la falta de ganas de la administración Mujica de generarse un lío en el frente gremial. Pero hay otra que surge de los testimonios de estos días, que es casi más inquietante.

Según la ministra, "Alfredo representa la lucha contra el poder de la exclusividad médica, y hasta contra el poder de los varones heterosexuales". Dejemos pudorosamente de costado la referencia sexual. Pero lo que surge de estas palabras es lo mismo que aparece cada vez que se escucha a dirigentes gremiales de la salud: un rencor, un resentimiento contra lo que ven como un control excesivo del estamento médico en la salud. La llegada de Silva al poder en ASSE era vista como una gran revancha en ese sentido, y por lo tanto que él mismo tratara abusivamente a estos malvados que han dominado siempre el rubro, era una forma, si se quiere, de equilibrar la balanza.

Este sentimiento no es algo que pase solo en la salud. Desde la habilitación de las ocupaciones gremiales de los lugares de trabajo, la ley penal empresarial, y tantos hechos más ocurridos en estos años, todo está permeado por el sentir de que hasta ahora el eje de la balanza había estado siempre inclinado hacia un lado, y que ahora la cosa ha cambiado. Eso si se quiere es entendible y hasta compartible, si es un proceso periódico que permite compensar desigualdades que se dan naturalmente en una sociedad. Pero el problema es cuando el desequilibrio es demasiado grande, y el gobierno no hace nada para corregirlo.

Hay muchas señales, iguales o más graves, que las del "Caso Silva" de que esto es así, y que se están generando situaciones tan injustas como difíciles de entender por la gente. Por ejemplo hace unas semanas el país estuvo a punto de sufrir un paro nacional de transporte debido a que el gremio defendía a un trabajador despedido, que contaba con 12 sanciones previas, y que había hecho abandono de su puesto antes de tiempo porque llegaba tarde a un partido de fútbol. El gremio denunciaba "persecución sindical".

Si aceptamos que antes la balanza en las relaciones laborales estaba demasiado del lado del patrón, ¿justifica que ahora se produzca un giro abusivo hacia el otro lado? ¿No genera esto nuevas injusticias que reinicien un ciclo negativo para toda la sociedad?

Lejos de asumir esta grave situación, el presidente Mujica sigue centrado en su campaña de autopromoción internacional, y en vez de hacer un mea culpa por su pasividad ante el escándalo en Salud Pública, se enoja con la prensa y amenaza con dedicar una audición radial completa a explicar cómo deben trabajar los periodistas estos temas. ¡Agárrense fuerte!

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Martín Aguirre

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