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Mejores noticias no alejan las amenazas

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A partir de la divulgación de los análi- sis económicos del FMI y de otros centros mundiales de diagnósticos, se está registrando una ola de optimismo respecto de la economía mundial. EE.UU. y Europa parecen haber dejado atrás las fases más críticas de los desastres que explotaron en 2008, aunque todavía queda un camino para regularizar los descuidos que obstaculizan el crecimiento y el bienestar.

A partir de la divulgación de los análi- sis económicos del FMI y de otros centros mundiales de diagnósticos, se está registrando una ola de optimismo respecto de la economía mundial. EE.UU. y Europa parecen haber dejado atrás las fases más críticas de los desastres que explotaron en 2008, aunque todavía queda un camino para regularizar los descuidos que obstaculizan el crecimiento y el bienestar.

Asia, con China e India a la cabeza y el apoyo no menor de los países de la región, también está dejando atrás las amenazas de caída del PIB y la crisis financiera con la que siguen luchando, pero su crecimiento combinado se mantiene en el notable guarismo de solo unos milímetros por debajo del 7% anual. Los países de Europa Oriental bajo el liderazgo ruso mantienen una evolución similar.

América Latina parece converger en la peor mezcla de fracasos económicos, crisis políticas, empobrecimiento de los mismos de siempre, corrupción, delincuencia y la ruptura de los sueños de haber perdido la prosperidad que estuvo al alcance de la mano. Pero el mundo es mucho más que economías competitivas y en crecimiento. Los conflictos políticos y sociales nacidos de los fracasos de los modelos implementados en buena parte del mundo, empañan la perspectiva. Es todo distinto pero igualmente desalentador y las izquierdas de AL compraron la receta populista completa.

Nuestro país con la modestia de sus limitaciones históricas, también sigue creyendo en cambios permanentes, equilibrados y equitativos. Sus líderes confían en la consistencia del Mercosur, en la calidad de la gestión de las instituciones del estado, en que las exportaciones de alimentos contribuyen al empobrecimiento, en que lo político debe estar por encima de lo jurídico, que la inflación o el déficit fiscal o de balanza de pagos solamente son discursos neoliberales. Tampoco hay que confiar que sea perjudicial consumir completamente los ingresos excepcionales o mantener políticas procíclicas que agigantan los efectos de las decisiones equivocadas. Lo más dañino es que a pesar del mal manejo de las decisiones, siempre surgen circunstancias excepcionales e imprevistas que permiten alargar la primavera. Era difícil prever el turismo argentino del verano pasado. Tampoco que la normalización de la tasa de interés de EE.UU. se seguiría postergando o que habría una recuperación tan rápida -aunque modesta y desigual- de los precios de los alimentos.

Los salarios favorecidos por la inflación en descenso están subiendo más que nunca en la década pero no alcanzan a todos los trabajadores ni a las microempresas. Por su lado, los costos de los bienes exportables combinan salarios más altos, con mayores impuestos lo que hace que cada vez se exporten menos bienes y que estos se dirijan a menos países. Se combina baja de la inflación con déficit fiscal en aumento. No hay uno sin el otro. No es prudente el manejo de la rendición de cuentas. Mucho menos para mantener el aplauso a Sendic o a Maduro por la mayoría del FA y del Pit-Cnt. La aceleración del disparate no se frena como quien toma un vaso de agua. Solamente pensar cuántos años de disparates -de derroche de la excepcional renta petrolera- se acumularon antes que Venezuela haya llegado a la etapa actual. Etapa que suele acompañar con mayor o menor tragedia, la culminación de los procesos populistas.

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Joaquín Secco García

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