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Marihuana y publicidad

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Declarada de Interés Nacional por dos Ministerios, el de Industria y el de Educación y Cultura y con las instalaciones del LATU, (un organismo de derecho público no estatal y un directorio con tres representantes del estado) puestas a su disposición, se llevó a cabo la llamada Expocannabis. Nada menos que 6000 personas se dice que pasaron por ella en dos días. El perfume característico de las plantas se olía desde afuera, y allí se mezclaba con los ritmos de una banda de hip hop. Adentro, también se podía fumar con los vaporizadores vendidos a $ 200 cada uno.

Declarada de Interés Nacional por dos Ministerios, el de Industria y el de Educación y Cultura y con las instalaciones del LATU, (un organismo de derecho público no estatal y un directorio con tres representantes del estado) puestas a su disposición, se llevó a cabo la llamada Expocannabis. Nada menos que 6000 personas se dice que pasaron por ella en dos días. El perfume característico de las plantas se olía desde afuera, y allí se mezclaba con los ritmos de una banda de hip hop. Adentro, también se podía fumar con los vaporizadores vendidos a $ 200 cada uno.

Toda una fiesta de promoción de la marihuana, con respaldo del gobierno. Aunque el interés comercial y publicitario se disfrazó de didáctico con algún stand en el que se mostraba la historia del cannabis en el Uruguay, cuando un español a finales del siglo XVIII, tenía plantíos de cáñamo a orillas del Pantanoso para fabricar con él cuerdas y cestas. O también el enfoque sobre las bondades terapéuticas de la marihuana, aun cuando ya se escucharon a través de la radio y otros medios, en los meses previos al tratamiento de la ley en el Parlamento, publicidades mentirosas de este tenor. Como ejemplo alcanza con la de una mujer que hablaba de lo beneficiosa que fue su experiencia y lo bueno que era para tratar el glaucoma, (presión arterial en los ojos). Afirmaciones desmentidas por especialistas que participaban, justamente en esos días, de una jornada internacional organizada por la Sociedad Uruguaya de Glaucoma.

En lo que respecta a la ley de la marihuana impulsada por el Ejecutivo y promulgada en diciembre del 2013, lo grave no es la liberación de la droga. Sí lo es que la sociedad uruguaya y sobretodo los jóvenes, hayan sido en todo este tiempo y lo sigan siendo, blanco de una tremenda campaña a favor de su uso, con una financiación llamativamente organizada por detrás. La iniciativa del anterior gobierno en contra del tabaco contribuyó a aumentar la toma de conciencia de las personas, sobre los daños que este vicio provoca. El mayor conocimiento al respecto que hoy existe, ha hecho que muchísima gente haya dejado de fumar y hubo una respuesta generalizada buena, a la prohibición de fumar en público. Con el cannabis en cambio, ha sido exactamente lo opuesto.

En lugar de grandes campañas educativas advirtiendo de los daños y los males que encierra el hábito de inhalar marihuana, el mensaje en general ha ido sido el de borrar la percepción de riesgo. En paralelo a la tolerancia que entraña la ley, la impresión que se ha ido introduciendo de distintas maneras en la población, es que no es como las otras drogas, que no hay porqué temerle, si total no produce malos efectos. Es “cool”, es moderno, es legal. Así que “adelante con los porros” es la consigna que baja.

Sin embargo, se trata de una gran falacia y en especial mucha juventud, será víctima de ella por quedar expuesta a sus efectos perjudiciales. El gobierno y el Presidente, en vez de apuntar todos sus esfuerzos a alertar sobre sus peligros, a educar y a crear una mejor infraestructura sanitaria para lidiar con los casos de drogadicción, ha estado mucho más interesado en capitalizar el rating mediático que la iniciativa le ha traído a nivel internacional.

Sin embargo, la marihuana no es tan inocua como se la presenta. La Sociedad de Psiquiatría del Uruguay y la Sociedad Uruguaya de Siquiatría de la Infancia y la Adolescencia elaboraron un informe que lo deja bien en claro. Altera la memoria reciente y retarda el aprendizaje; dificulta las funciones reproductoras normales; afecta las funciones cardíacas; tiene graves consecuencias sobre la percepción; el desempeño de actividades especializadas y dificulta seriamente las funciones pulmonar y respiratoria. Un cigarrillo de marihuana contiene más agentes cancerígenos, que el más fuerte de tabaco.

A diferencia del alcohol, que en general abandona el organismo antes de las 24 horas por su carácter hidrosoluble, ésta es hiposoluble y los productos químicos sicoactivos se fijan en las partes grasas del cuerpo (cerebro, órgano reproductor) y se pueden detectar hasta 30 días después. Una reacción adversa común, es la ansiedad con “pánico agudo”. También puede producir paranoia y sicosis. El ingrediente principal activo de la planta cannavis-sativa es el tetrahidro-cannabinol (THC). En los 60, esta sustancia en los “porros” era del 1% o 2%. Actualmente es 18 veces más fuerte y altera los circuitos neuroquímicos cerebrales. Entre las paredes de las neuronas y en los espacios intercelulares que son tejidos grasos, se deposita el THC y ellas se engrosan. El sistema nervioso se vuelve significativamente más lento.

Disminuye la concentración, se distorsiona la percepción del tiempo, se alteran los reflejos. Se reduce la visión periférica, los movimientos de los ojos son más lentos. En el uso crónico, el efecto del THC genera el síndrome amotivacional, apatía, abulia. Produce deterioro en el rendimiento escolar. Puede inducir episodios sicóticos agudos, alucinaciones y es factor de riesgo de esquizofrenia. De todo esto poco se habla.

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Julia Rodríguez Larreta

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