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Lucha o competencia

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El concepto de la lucha de clases es esencial en la doctrina marxista. Se concreta en que entre los sectores de patrones y trabajadores se libra una lucha que supuestamente tendrá por fin la desaparición de la burguesía y la instauración de una sociedad proletaria.

El concepto de la lucha de clases es esencial en la doctrina marxista. Se concreta en que entre los sectores de patrones y trabajadores se libra una lucha que supuestamente tendrá por fin la desaparición de la burguesía y la instauración de una sociedad proletaria.

Esta ha sido la teoría central que anima la actuación de los Partidos socialistas y los Partidos comunistas. En el primer caso se han desarrollado dentro de los mecanismos de la democracia, constituyéndose en muchos lugares en fuerza mayoritaria o de significación. La versión comunista, llevada a su máxima expresión en la Unión Soviética y el imperio que constituyó a su alrededor, llevó a la organización política denominada de centralismo democrático y a una férrea dictadura. En nuestro país actúan tanto el Partido Socialista como el Partido Comunista dentro de la coalición Frente Amplio.

El estudio de las diversas formas de organización de las sociedades, tanto en lo económico como en lo social, debe incluir el estudio del análisis de la doctrina marxista, aunque la misma haya perdido vigencia en la realidad gubernativa de la mayoría de los países del mundo. Aún China y Vietnam ostentan esa forma de definición de su organización político-social, pero habiéndola vaciado grandemente de contenido toda vez que el desarrollo de esas naciones se ha basado en una cultura empresarial muy dinámica.

En nuestro país esta teoría de la lucha de clases es defendida y practicada por principales figuras de la dirigencia del Pit-Cnt. Recientemente, titulares de dicha institución visitaron al presidente Vázquez obsequiándole un ejemplar de “El Capital”. Es frecuente la mención a la lucha de clases en los discursos del 1º de mayo y en ocasión de similares convocatorias.

Seguramente que esta manera de ver las cosas no es mayoritaria dentro del millón y medio de trabajadores que hay en el país. Pero en tanto las dirigencias comulguen con la misma será una consigna a tener en cuenta.

Es un dato de la realidad que en la relación entre patrones y trabajadores los intereses son contrapuestos, siendo natural que unos pretendan mayores ganancias y los otros mejores salarios y condiciones de trabajo. ¿Cómo pueden estas dos partes obtener lo que desean, en todo o en parte? No hay otra respuesta que mediante mayor éxito del emprendimiento económico, mayores ganancias para la empresa. Luego de obtenido ese objetivo, surgirá la pugna por mejorar las posiciones respectivas. Repartir la nada nos deja con nada. Esta realidad que rompe los ojos nos permite afirmar que un mejor futuro para todos, en materia económica y social, será más fácil de obtener en la medida en que se agrande la prosperidad que luego se repartirá, muchas veces no sin conflicto y puja de intereses.

Analicemos ante todo el sector del trabajo, valor socialmente superior al del capital. Seguramente que una dirigencia sindical con visión clara, abogará antes que nada por una mayor cantidad de fuentes de trabajo. Ello, como es sabido, depende de la inversión tanto pública como privada, por lo tanto no la verán como algo negativo. Un trabajador que pueda elegir entre dos o más oportunidades laborales será más libre, acudirá a ofrecer su esfuerzo donde más le convenga, ya sea por salario, por ambiente laboral, por la proximidad con su domicilio o por la especialización en la que se sienta más cómodo y más capaz. Luego ante la tendencia mundial a la automatización y al avance tecnológico, esa misma dirigencia procurará que desde el sistema educativo se transmitan al joven mayores destrezas que lo conviertan en factor buscado por la cadena productiva. Cuanto mayor valor se agregue a la producción de nuestro país, tanto en bienes como en servicios, mejores oportunidades laborales existirán. Siguiendo con esta línea de razonamiento, será mejor que el país tenga más mercados para sus exportaciones pues ellas serán la base de la prosperidad que ejemplificamos. Solamente una visión muy miope de la realidad puede abogar por una lucha en la consideración del empresario como enemigo. Sí como competidor en el acceso al mejor resultado obtenido, sí como la parte con la que hay que negociar las porciones respectivas.

El capital no puede prosperar mezquinando salarios ni haciendo uso de lo que puede ser una posición dominante. La responsabilidad social de la empresa, la búsqueda de tecnificación de la propia mano de obra no solamente se fundamentan en el concepto de justicia sino que son a todas luces mucho más convenientes para el propio interés del patrón.

Sin lugar a dudas un cambio de paradigma tan importante no es fácil. Razonemos en función de las opciones. ¿Es conducente a un mejor futuro nacional la política de confrontación total, absoluta, que es la que se lleva a cabo? La respuesta es clara, seguir por este camino lleva a las conocidas decisiones de no invertir en Uruguay, desinvertir, cerrar empresas, avanzar en la automatización, o lisa y llanamente achicar las metas de producción empleando menos gente.

No es un mundo irreal el que bosquejamos, es más, seguramente en la consciencia tanto del trabajador como del empleador se sabe que es mejor ingresar en un mundo de competencia, por dura que sea esta, que avanzar en el camino de una lucha destructora.

Un aporte a la tarea de pensar y lograr un país mejor.

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Luis Alberto Lacalle

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