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Literatura “friendly...”

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Entreverada en el tsunami del aumento tributario, hubo una noticia de índole cultural que pasó prácticamente desapercibida. Las bases del concurso literario “Juan Carlos Onetti”, difundidas este fin de semana, incluyen un nuevo artículo que propone asignar menciones especiales a aquellas obras “con abordajes destacables sobre igualdad y estereotipos de género” y “por tratamiento de temas de inclusión y diversidad sexual”.

Entreverada en el tsunami del aumento tributario, hubo una noticia de índole cultural que pasó prácticamente desapercibida. Las bases del concurso literario “Juan Carlos Onetti”, difundidas este fin de semana, incluyen un nuevo artículo que propone asignar menciones especiales a aquellas obras “con abordajes destacables sobre igualdad y estereotipos de género” y “por tratamiento de temas de inclusión y diversidad sexual”.

El asunto puede parecer muy menor, pero no lo es. Existen dos concursos literarios oficiales en el país: este en la órbita departamental y el que organiza el Ministerio de Educación y Cultura. Nunca en la historia de estos certámenes se alentó a los autores a atenerse a alguna temática concreta, en el entendido de que el escritor no es un promotor de conductas ciudadanas, sino un artista que debe crear desde su libérrima independencia expresiva. Ahora se cuela esta inducción a favorecer la justa causa de la inclusión en asuntos de sexualidad y género. El redactor de las bases no se contenta con introducir el tema. Al hablar de “abordajes destacables” le imprime un llamado a la valoración ética.

Al igual que seguramente, todos los integrantes del recién formado Colegio de Escritores, apoyo con entusiasmo las normas legales que permitan la integración plena y respetuosa de las personas, cualquiera sea su orientación sexual e identidad de género. Lo que me parece lamentable es que se quiera imponer a la fuerza este énfasis temático en un concurso artístico, que poco tiene que ver con la aportación cultural. El estímulo a la calidad literaria debería ir mucho más allá de la mera promoción de lo que cada uno decide hacer libremente con su sexualidad.

Ni critico ni aplaudo a una persona por su condición homosexual o por haber elegido cambiar de sexo. Esos datos pertenecen a su intimidad, que como tal, debe ser respetada y protegida por un estado que no se entrometa en ella. Si no fuera así, estaríamos incurriendo en una discriminación inversa. Me pregunto qué dirían los promotores de estas bases del concurso, si en un gobierno futuro, algún fundamentalista estableciera menciones especiales a quienes hagan abordajes destacables del valor de la familia católica apostólica romana. El efecto de la actual propuesta es exactamente el mismo.

Algunos creen ver en esta iniciativa una motivación particular de la actual directora de Cultura de la IM, Mariana Percovich, que como artista y dirigente política ha sido siempre especialmente sensible al te-ma. En lo personal, la veo en cambio como la continuidad de una estrategia que la trasciende. Antes, ya se había mandado a un taller de reprogramación mental a un señor a quien no le gustaba que dos chicas bailaran tango. Recientemente se difundió como un gran logro que en un baño del teatro Solís apareciera una silueta mitad varón, mitad nena.

Este es un paso más hacia la sacralización de la llamada “agenda de derechos”, que es de los pocos logros de los que el oficialismo puede vanagloriarse, sobre todo ahora que tapa el agujero de Ancap metiendo la mano en el bolsillo del contribuyente. Por eso, para el año que viene pueden probar con el agregado de otro artículo, que otorgue más menciones especiales a quienes escriban sobre un “ni ni” de 18 años que, gracias a que puede comprar marihuana en la farmacia, logró encontrar un nuevo camino de educación y trabajo en su vida. Bienvenidos al país del Pepe.

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Álvaro Ahunchain

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