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Liberalización competitiva

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Después de largos y difíciles entendimientos, la conclusión del Acuerdo de Asociación Transpacífico (conocido por sus siglas en inglés TPP) entre doce países, con acceso al Pacífico, incluso EE.UU y Japón, que representan 40% de la producción mundial, abre una nueva etapa en las negociaciones comerciales.

Después de largos y difíciles entendimientos, la conclusión del Acuerdo de Asociación Transpacífico (conocido por sus siglas en inglés TPP) entre doce países, con acceso al Pacífico, incluso EE.UU y Japón, que representan 40% de la producción mundial, abre una nueva etapa en las negociaciones comerciales.

El TPP va más allá de un acuerdo de libre comercio internacional limitado a la reducción o a la eliminación de aranceles y al análisis de las barreras arancelarias y no arancelarias (subsidios, antidumping) controladas en las fronteras. El TPP y otros entendimientos, como el acuerdo entre EE.UU y la Unión Europea, inauguran una forma de interdependencia económico-comercial regional más profunda. Esos acuerdos ampliarán las cadenas productivas globales, donde el foco, al contrario de los acuerdos negociados hasta ahora, son reglas existentes dentro del territorio de cada país miembro, relacionadas con el comercio (competitividad, inversión, propiedad intelectual, servicios, laborales, medio ambiente) y que deberán ser armonizadas.

El TPP es la primera negociación importante en las últimas décadas, llevada a cabo por motivos geopolíticos. Liderado por EE.UU, el TPP amplió los intereses y la visibilidad norteamericana en Asia y excluyó a China, con el objetivo de responder a la creciente presencia del país y al temor de los países de la región de una eventual amenaza de Pekín.

No cabe aquí analizar las principales disposiciones y las reglas del acuerdo, pero sí examinar las consecuencias para el comercio internacional de esa asociación innovadora.

El TPP va a impactar fuertemente en el sistema multilateral de comercio. Los países no participantes podrán intentar revivir la Organización Mundial de Comercio (OMC), pero la Asociación dejará a EE.UU. aún menos interesado en salvar a la OMC y más propenso a acelerar el acuerdo con la UE. El hecho de que la definición de las reglas haya sido concretada fuera del OMC debilita las negociaciones multilaterales y excluye a la institución. La ronda de Doha, iniciada hace casi quince años fracasó y deberá ser finalizada melancólicamente en diciembre, en la reunión ministerial de Nairobi, como pretende EE.UU, a pesar de la oposición de China e India.

Las nuevas reglas del acuerdo TPP serán gradualmente extendidas a aquellos países que tengan interés en unirse a los nuevos megabloques. Países como Uruguay que ayudaban a definir las reglas en el ámbito multilateral de la OMC se tendrán que adherir a ellas con pocas posibilidades de cambiarlas, como sucede con Corea, que ya declaró su intención de unirse al TPP.

Se están estableciendo nuevos patrones para el comercio internacional y tendrán implicaciones para todos los países. Esos patrones podrán influenciar sobre los otros acuerdos que sean examinados con miembros o no del TPP y sobre la negociación de acuerdos plurilaterales fuera del ámbito de la OMC, como el de servicios.

La exclusión de todos los países del BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) llama la atención. ¿No sería el caso de que esos países piensen en estudiar una negociación volcada hacia la colaboración comercial que, a mediano plazo, pueda caminar en la misma dirección de los nuevos megabloques?

Cuando se ratifique (lo que llevará algún tempo teniendo en cuenta la reacción interna de algunos países como EE.UU, en función de la amenaza a su industria automovilística y farmacéutica), deberá haber un significativo desvío de comercio tanto en el área agrícola, como en la de manufacturas por la presencia de EE.UU, Japón, Australia, Nueva Zelanda y Vietnam que tienen preferencias en relación a los países no miembros.

En cuanto al Mercosur, aún es temprano para anticipar las consecuencias de la entrada en vigencia del TPP, pero sí habrá repercusiones que afectarán negativamente los intereses comerciales de los países miembros. Por otro lado, las nuevas reglas impactarán en las futuras negociaciones del Mercosur, comenzando con la Unión Europea, si fueran llevadas adelante en el próximo año. La asociación EE.UU.-Unión Europea, cuando sea aprobada, dejará aún más evidente el aislamiento del Mercosur de las negociaciones que envuelven los flujos dinámicos del comercio global. Esa nueva forma de intercambio comercial, que hoy representa casi el 70% del intercambio mundial, se desarrolla por medio de las cadenas productivas globales en las que el Mercosur ocupa una posición marginal por su baja competitividad en bienes y servicios.

Se espera que la firma del acuerdo entre EE.UU, Japón y los países asiáticos estimule a los gobiernos de los países miembros a retomar la discusión de una agenda que haga que el Mercosur vuelva a ser un instrumento de apertura de mercado y de liberación del comercio. Sin eso, será difícil iniciar un proceso de negociación de acuerdos comerciales que permita al Mercosur insertarse en las cadenas productivas y de innovación, con más inversiones y trabajo.

(*) Presidente del Consejo de Comercio Exterior de la Federación de Industrias del Estado de San Pablo.Rubens Barbosa, TPP, acuerdo EE.UU.-Unión Europea, Mercosur, países asiáticos

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Rubens Barbosa

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