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Los indefensos

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Muchos gritan pero no escuchan. En el medio, escondidos entre los gritos, están los uruguayos. Dos sensaciones (no térmicas) recorren la sociedad: la impunidad y la indefensión.

Muchos gritan pero no escuchan. En el medio, escondidos entre los gritos, están los uruguayos. Dos sensaciones (no térmicas) recorren la sociedad: la impunidad y la indefensión.

Nos sentimos solos, a la buena de Dios, regalados, esperando ser víctimas de la violencia. La impresión que todos tenemos es que los delincuentes se apoderaron de las calles, golpean sin miedo, saben que no tienen límite y que el Gobierno está más preocupado de frenar a la oposición que frenarlos a ellos. Sacar un arma y disparar es un reflejo primario. La respuesta increíble, bastarda, desde el Frente Amplio (de algunos dirigentes) es que la indignación es porque el muerto es un privilegiado de Carrasco. Es decir: esa vida vale menos, no debería enojar tanto. La lucha de clases llegó hasta el extremo de clasificar a los asesinados. Es tan miserable el razonamiento que utiliza la muerte para discriminar. Es repugnante.
Es una tesis muy desarrollada por el ministro Bonomi que desde hace dos años justifica los homicidios en base al rubro “ajuste de cuentas”. Si son por esa causa los muertos no son muertos y la sociedad no debería preocuparse mucho. No valen tanto los homicidios si son en Carrasco porque son ricos y tampoco importan los de Casavalle o el Cerro porque son por “ajuste de cuentas”. En resumen, el problema no es tan grande.

En cualquier gobierno normal, donde el presidente es libre para tomar decisiones, ya se habría sacado al ministro. Ganaría tiempo y cierto aire para intentar cambios bajando la temperatura social, y que hasta solo por eso esperaría algún resultado ofreciendo un crédito. Es lo que haría cualquier presidente en estas circunstancias. El reflejo de Vázquez de mantenerlo no es como expresión de firmeza frente a la oposición sino justamente lo contrario, de debilidad en su interna. Bonomi reporta a Mujica, no a Vázquez. El presidente no lo puede sacar y el que lo va a hacer cuando le parezca es el expresidente. Es ministro del MPP, no del Gobierno. La interna del FA es la que dirige la política de seguridad (o la “despolítica”). Al igual que con las relaciones internacionales o con el tema de las exoneraciones a las universidades privadas, el mando real no lo tiene Vázquez sino la mesa política o el plenario o el comité, pero no el presidente.

La gente desespera, pero el organigrama del Frente Amplio está primero. No es un tema que preocupe solo al oficialismo, este es un problema también para la oposición, porque la sociedad pide respuestas a “los políticos” sin separar muchas veces quién tiene posibilidades de resolverlos o quién no. Es una línea muy fina donde en la desesperación y el drama cotidiano, la imagen del sistema haciendo oídos sordos apabullados por el ruido político no deja escuchar el grito popular. Muchos sienten un vacío de representación que es muy peligroso para el buen funcionamiento de la democracia. Lo dijimos el sábado pasado en esta columna: o alguien representa a los “sin voz” o aumentará la indignación generalizada desgastando, en forma generalizada, a todos sin distinción.

El presidente está solo y aislado, del FA y de la sociedad. Decidió por rencores no tener una relación política civilizada y adulta con el líder opositor Lacalle Pou. No es libre para tomar decisiones en su gobierno y tampoco lo es para salir de su aislamiento. Ya lo de Bonomi es secundario, antes está que haya un presidente que presida.

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Javier García

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