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Incertidumbres del año

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Este que pasó ha sido un año de sorpresas. La elección de Trump y el “Brexit” del Reino Unido no eran esperados, convencida la generalidad del valor predictorio de encuestas que no son más exactas que las de los viejos augures romanos, interpretando el vuelo de los pájaros o las entrañas de los pollos.

Este que pasó ha sido un año de sorpresas. La elección de Trump y el “Brexit” del Reino Unido no eran esperados, convencida la generalidad del valor predictorio de encuestas que no son más exactas que las de los viejos augures romanos, interpretando el vuelo de los pájaros o las entrañas de los pollos.

Tiempo de miedos, lo es ahora -también- de incertidumbres. Estas elecciones nos hablan del temor al terrorismo, a las migraciones, a los cambios tecnológicos. Trump ganó diciéndole a los obreros norteamericanos que resucitaría el viejo proteccionismo, a los blancos tradicionales del país profundo que se terminaría la facilidad inmigratoria y a la generalidad de que se resolverían las amenazas producidas por la irrupción de la civilización digital y cibernética.

Sus primeros gestos anuncian que intentará llevar adelante esas propuestas. Las amenazas a la industria automovilística han sido rudas y han desbaratado inversiones en México, escenario privilegiado de sus fobias. No entiende que un vecino más próspero, con más trabajo y desarrollo, disminuiría el impulso de saltar el muro, que seguirá siendo tan ineficaz como hasta hoy para detener la marea migratoria. Es una visión negativa, egoísta, rencorosa. Que, de consolidarse, iniciaría una reversión del enorme esfuerzo de liberalización comercial de los últimos treinta años, que ha estado en la base del crecimiento mundial.

Para nuestro país, no son buenas noticias. Si EE.UU. enfrenta a China con medidas proteccionistas, provocará a su vez reacciones del gigante asiático y cambia- rá el paradigma que nos ha permitido crecer hacia afuera.

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Este año habrá elecciones importantes. En Alemania y Francia, los dos líderes europeos, se elegirá gobierno. La sobrevivencia de la señora Merkel parece fundamental para el rumbo de una Europa inmersa en una crisis de identidad, provocada por el impacto de la inmigración musulmana y el terrorismo que desasosiega la vida cotidiana de los ciudadanos. Pese a todos sus pesares, no hay que olvidar que Europa es el 22% del PBI mundial, frente a una China que anda por el 15%. EE.UU. sigue liderando, con el 24%, mientras Rusia no llega al 2%. Este es un caso interesante sobre el valor del liderazgo: un jefe de Estado fuerte, con una política exterior bien definida y un ejército que mete miedo en su vecindario, posee hoy una relevancia desproporcionada para su real potencial, pese a las sanciones internacionales impuestas. La proximidad de Trump con Putin es otra de las grandes incógnitas de este año tan peculiar.

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El Consejo de Seguridad de Naciones Unidas es un órgano político. Como tal, está obligado a responder a la ética de la responsabilidad de Max Weber: no puede desentenderse de las consecuencias de sus actos. Su reciente condena a Israel ha vuelto a alejar la paz, porque crea en los movimientos palestinos la falsa idea de que pueden lograr sus objetivos con el apoyo de la comunidad internacional y sin diálogo con su vecino. El invocado punto de vista del derecho, tampoco es convincente, porque si son discutibles muchos de los asentamientos israelíes mucho más lo es la negativa del gobierno de Gaza, en manos de Hamas, a reconocer la existencia de Israel y proclamar su destrucción. En un mundo asolado por el terrorismo islámico, debilitar a Israel es debilitar a este Occidente sin rumbo, con este EE.UU. hoy imprevisible y una Europa que debe luchar hasta por la propia sobrevivencia de su construcción comunitaria.

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Observando este panorama desde nuestra atalaya rioplatense, nos encontramos con un gobierno argentino que va en la buena dirección, pero adolece de un maldito calendario electoral con una disputa por el Parlamento que envenena el ambiente y aleja los necesarios acuerdos para continuar ordenando ese Estado desquiciado por el kirchnerismo. Para los aprendices de brujo de las reformas constitucionales hay allí una buena enseñanza sobre la ingobernabilidad que generan las elecciones parciales.

Si observamos nuestro país, el estancamiento educativo que reiteran las pruebas PISA nos pone delante de un desafío existencial. Felizmente crece la conciencia de que estamos en problemas, pese a la parálisis intelectual que las gremiales le han impuesto al gobierno, exponente patético de un optimismo insustentable. El grupo de técnicos de Eduy21, nos ofrece una visión de conjunto importante de las reformas institucionales y pedagógicas que se requieren. Pero ellos mismos se preguntan “educar para qué” y esa es una decisión política. La debe asumir el sistema político, a partir de nuestra realidad actual, en que no estamos formando una juventud afirmativa, convencida de integrar un país con posibilidades en un mundo global. Por el contrario, si se les convence que la globalización es una maldad ideológica, que el capitalismo es el peor de los sistemas, que los tupamaros luchaban contra la dictadura y que Cuba es una democracia, no hay éxito posible. No estaremos formando los ciudadanos que la democracia necesita, los trabajadores modernos que el sistema económico reclama ni los espíritus abiertos propios de la filosofía liberal de nuestra Constitución.

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Julio María Sanguinetti

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