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Impostores del pasado reciente

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Un libro, “El Impostor”, del español Javier Cercas, relata un caso de manipulación de la memoria histórica que suscita reflexiones sobre el manejo del pasado reciente en nuestro país.

Un libro, “El Impostor”, del español Javier Cercas, relata un caso de manipulación de la memoria histórica que suscita reflexiones sobre el manejo del pasado reciente en nuestro país.

El protagonista de esa historia real fraguó su condición de antifranquista y sobreviviente de los campos nazis con tal éxito que terminó siendo uno de los máximos líderes sindicales de la España posdictadura y un admirado personaje público. Una vez desenmascarado y probada su impostura ese hombre quedó como ejemplo del mal uso de la memoria histórica como industria y materia para el engaño.

Algunos tramos del libro tienen vigencia en Uruguay en especial cuando el escritor señala que bajo una dictadura nadie tiene la obligación de resistir, pero a lo que no se tiene derecho es a hacerse pasar por un resistente cuando no se asumió ese rol. Entre nosotros hay casos que recuerdan ese tipo de conducta, entre otros el de un conocido relator deportivo compatriota que quiso embaucar al público argentino con su postura de opositor a la dictadura militar uruguaya. También él fue desenmascarado en un libro que probó su afinidad con los militares, incluso con fotos que lo mostraban cantando tangos dentro de un cuartel.

Sin embargo, no es sencillo probar la falsedad de quienes procuran trampear su pasado para obtener beneficios en el presente. La denuncia sobre esta clase de actitudes viene rondando en la izquierda uruguaya de un tiempo a esta parte. Para empezar, aletea sobre las peripecias personales de algunos tupamaros cada vez que un Zabalza, un Amodio o algún extupamaro convertido en periodista insinúa que algunos de los consagrados héroes de ese grupo armado no calzaron los puntos para que se los considere como tales. Amodio, en particular, suele lanzar veladas amenazas cuando niega su papel de “traidor oficial” de los tupamaros y advierte que tuvo compañeros que hicieron cosas peores.

Además, tupamaros aparte, hay en la izquierda ciertos curriculum vitae que ostentan demasiados espacios en blanco en el período de la dictadura. Aquí conviene repetir lo de Cercas: nadie estaba obligado a resistir en la España de Franco ni en el Uruguay de los militares, pero es inadmisible que algunos vengan después a exhibirse como mártires o titánicos combatientes cuando no lo fueron. Sería útil que los cultores de la memoria histórica pusieran el foco en algunos casos de quienes no cesan de glorificar su gesta personal buscando utilizar el pasado reciente en provecho propio.

Así, “El Impostor” es una buena lectura para detectar a cuantos intentan medrar con la memoria histórica como denunció el ministro Fernández Huidobro ante la indignación de organizaciones que rondan en la materia. Medran esgrimiendo el pasado reciente de manera demagógica, en especial en tiempos electorales, sin que se conozcan sus títulos y fundamentos para hacerlo. A veces causan daños irreparables apuntando contra inocentes o dejándose guiar por sentimientos de revancha. El problema es cuando el pasado también los alcanza a ellos como le sucedió al personaje de Cercas.

En suma, vale la pena leer este libro que expone un caso monumental de impostura hecho posible desde que -anota el escritor- “la memoria histórica se transformó en moda y negocio”.

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Antonio Mercader

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