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¿Ignorancia docente?

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El presidente Manuel Oribe cuando el 27 de mayo de 1838 fundó la Universidad de la República, al aprobarse una ley propuesta por el sacerdote y senador Dámaso Antonio Larrañaga, puso el mojón temprano en tiempos tormentosos de lo que debería ser columna vertebral del desarrollo nacional del porvenir.

El presidente Manuel Oribe cuando el 27 de mayo de 1838 fundó la Universidad de la República, al aprobarse una ley propuesta por el sacerdote y senador Dámaso Antonio Larrañaga, puso el mojón temprano en tiempos tormentosos de lo que debería ser columna vertebral del desarrollo nacional del porvenir.

Comprendía a la enseñanza primaria, secundaria y superior. De entonces a hoy mucha agua ha pasado bajo el puente hasta los tiempos cercanos en que la libertad y la autonomía universitaria pasaron a ser trinchera de fuerzas antinacionales y totalitarias. José Pedro Varela en 1876, dentro de un proceso que llevó a enorgullecer al Uruguay ante el mundo, fue a su vez impulsor de la escuela laica, gratuita y obligatoria, argumentando entre otras consideraciones, que para tener República había que formar republicanos. Con estas actitudes personales, perlas de un rosario considerablemente más largo imposible aquí de enumerar, nuestro país llevó adelante un proceso político imbuido históricamente con valores humanísticos que llegó hasta algo más de mediados de la década de los años 50 del siglo pasado, en los que de una convivencia civilizada, particularmente desde los centros públicos de enseñanza y la actividad económica y laboral, fue desplazada por una agitación directamente contraria a los derechos humanos, la vida en paz y trabajo, y la convivencia democrática.

La generosidad secular de nuestros grandes pioneros con mente y corazón abiertos al porvenir, ayudaron a un pensamiento colectivo de superación que sabría de traiciones mortales.

Las libertades públicas sufrieron el abuso sin par de una conmoción social artificial provocada intencionalmente por medio de la politización de los institutos de educación pública y de una acción gremial “ideológica” y fascista, que ha postrado al destino nacional y nos desvió en 1973 hacia la ruptura del orden institucional. Con iluminados que decían que la Rusia soviética era mejor que nosotros, o que la oligarquía castrista, con maestría en vida popular miserable, encarcelamiento, tortura y asesinato de mujeres y hombres, eran paradigmas de una generalizada tiranía socialista de “liberación” para América Latina.

El populismo inspirado por los peores ejemplos mundiales y de América Latina a quienes más castiga es a aquellos que, carentes de otros medios para salir de la pobreza y el delito, más precisan del funcionamiento adecuado del Estado. El actual ciclo de gobiernos frentistas ha barrido con las energías nacionales en medio de un cáfila de desfalcos monumentales contra el Estado que supera todo lo conocido en nuestra vida como país independiente. Allí se han ido la mejores salas de atención sanitaria gratuita para el pueblo carente y las mejoras en retribuciones de médicos y enfermeros, los mejores centros de educación y retribuciones de maestros y profesores de la enseñanza públicos, y un largo etc. de necesidades nacionales aplastadas por el caos. Y los primeros en saberlo son quienes deberían tener criterio como docentes de la realidad inocultable de lo que ha sido Pluna, el Fondes, Ancap, Gas Sayago y la regasificadora y muchas cosas más. Vivimos de ajuste fiscal en ajuste fiscal para tapar agujeros. Y los responsables -todos deben saberlo- no somos los castigados conciudadanos de estos y otros servidores públicos, sino quienes desgobiernan nuestros destinos. ¿Quienes enseñan en las aulas públicas lo ignoran?

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Ricardo Reilly Salaverri

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