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Ideología y confusión

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El problemático estreno presidencial de este empresario, que cree que liderar una potencia mundial es semejante a pulverizar a la competencia, dio para todo. En parte se ha convertido en el payaso de las bofetadas: pegarle a Trump siempre queda bien. Hasta para la FUS, que anteayer contrató una página de La República a todo color, para recomendarle cómo gobernar. Pero hay niveles de discusión donde el tema no es tan esquemático.

El problemático estreno presidencial de este empresario, que cree que liderar una potencia mundial es semejante a pulverizar a la competencia, dio para todo. En parte se ha convertido en el payaso de las bofetadas: pegarle a Trump siempre queda bien. Hasta para la FUS, que anteayer contrató una página de La República a todo color, para recomendarle cómo gobernar. Pero hay niveles de discusión donde el tema no es tan esquemático.

Gracias a Aldo Mazzuchelli, que lo tradujo y publicó en las redes sociales, tengo la oportunidad de comentar un artículo que me parece muy relevante. Se titula “El fin del neoliberalismo progresista” y fue publicado a principios de año por la revista estadounidense Dis-sent. Su autora, Nancy Fraser, es una cientista política feminista, con varios libros en su haber.

Para Fraser, la elección de Trump marca “el colapso de la hegemonía neoliberal”, dentro de una serie de rebeliones electorales que también incluye al Brexit en el Reino Unido y al ascenso de Bernie Sanders, por más que esté en las antípodas ideológicas de Trump.

La autora supone que los votantes están diciendo un no rotundo a “la combinación letal de austeridad, libre comercio, deuda depredadora y trabajos precarios que caracterizan al capitalismo financiero de hoy”.

Allí es cuando Fraser acuña el audaz concepto de “neoliberalismo progresista”. Reconoce a Clinton y Obama su calidad de progres, porque bajo sus mandatos “el país bullía con discursos sobre diversidad, empoderamiento y no discriminación”. En la visión de la autora, los últimos presidentes del Partido Demócrata fueron neoliberales de pura cepa, aunque arropados por un discurso de izquierda. Obviamente, no exculpa a Trump, a pesar de que parece coincidir con su vocación proteccionista: “lo que enfrentamos es más bien un interregno, una situación abierta e inestable en la que los corazones y las mentes buscan algo de que agarrarse. En esta situación, no solo hay peligro sino también oportunidad: la chance de construir una nueva izquierda”.

Es interesante poner estas opiniones sobre la mesa porque evidencian el grave infantilismo ideológico que aqueja a algunos intelectuales. ¿Se acuerdan de las mentes preclaras que en los años 60 celebraban la crisis económica y la escalada represiva porque, decían, “acentuarían las contradicciones”, incitando al “pueblo” a “la revolución”? Aunque pasaron cincuenta años, algunos ven lo mismo en la tétrica involución ideológica que está aplicando Trump.

Hay intelectuales de izquierda que siguen soñando con un sistema político y económico superador del libre mercado, la austeridad en el gasto estatal y la flexibilización laboral. ¡Pero nunca explican cómo lo imaginan! Uno supone que descartan los patéticos modus operandi del “socialismo real” del siglo pasado y el venezolano “del siglo XXI”. ¿Qué proponen, entonces? ¿En base a qué experiencia exitosa?

El triunfo de un populista de derecha que promete prosperidad a partir de una receta proteccionista fracasada, ¿habilita a que un diputado oficialista uruguayo, por ejemplo, se mofe de quienes defienden la integración del país a acuerdos comerciales globales? ¿No es hora de un debate ideológico en serio? ¿Tenemos que seguir asistiendo también en Uruguay, sin abrir discusión, a la prédica de quienes proponen “un giro a la izquierda” y lo confunden con estado obeso y mercado atado?

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Álvaro Ahunchain

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