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¿Habrá protocolo de París?

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Es un año difícil para alcanzar acuerdos eficaces en la lucha contra el calentamiento global. Tenemos delante una cita que debería ser histórica. Será en diciembre en la ciudad de París, cuando se desarrolle la 21ª Conferencia de las Partes de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, más conocida por la sigla COP 21.

Es un año difícil para alcanzar acuerdos eficaces en la lucha contra el calentamiento global. Tenemos delante una cita que debería ser histórica. Será en diciembre en la ciudad de París, cuando se desarrolle la 21ª Conferencia de las Partes de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, más conocida por la sigla COP 21.

En ella las naciones del mundo deberían acordar un nuevo protocolo -de cumplimiento obligatorio para todos- que paute el comportamiento en materia de cambio climático.

Significa que los países asumirían responsabilidades tanto en materia de mitigación de las emisiones de gases de efecto invernadero, como de adaptación a los efectos negativos del calentamiento global, que tanto está golpeando a vastas regiones del mundo.

La dificultad extrema que exhiben las negociaciones radica en el profundo impacto económico que tendrá la aplicación de muchas de las medidas que se proponen desde el sector técnico y científico, para evitar que la temperatura global del planeta aumente más de dos grados centígrados en el presente siglo. Porque de suceder se producirán cambios en el clima, mayores a los ocurridos en los últimos 10.000 años, que resultarán muy negativos para los seres humanos y los ecosistemas del orbe.

En la consideración y análisis de un asunto tan sensible para nuestro futuro, están enfrentados dos puntos de vista que, en este caso se presentan como opuestos: el político y el técnico. El primero evalúa fundamentalmente los inmensos costos económicos que tendrá particularmente para los países industrializados, afrontar como corresponde la mitigación y adaptación al cambio climático, según marca la Convención cuando establece responsabilidades diferenciadas de los países en materia de generación del problema. En este punto hay que decir que desde la aprobación de la Convención y el propio Protocolo de Kioto, el mundo ha cambiado. Hoy las economías más fuertes de ese tiempo están frágiles, y han sido desplazadas por algunas de las emergentes. Quizás se necesite un nuevo acuerdo mundial en materia de cambio climático, ajustado a la realidad socio-político-económica actual. Algo que en este momento parece una utopía.

El punto de vista técnico es mucho más claro y concreto. El calentamiento global es una seria realidad con la que deberemos convivir. Dependerá de nosotros si se mantiene tolerable o se hace insoportable.

Hasta ahora la supremacía de lo político es notoria, razón por la cual están estancadas las negociaciones de cara a lograr el protocolo de París.

Lo llamativo es que si los aspectos económicos -que como es de esperar tanto preocupan a los gobiernos- ocupan el criterio preponderante a la hora de tomar decisiones trascendentales, porqué se toma tan a la ligera el Informe Stern, realizado por respetados economistas británicos, en el cual se demuestra que cuanto más se incremente el calentamiento global, más dinero habrá que invertir en la soluciones.

En este asunto en particular, las pulseadas políticas que se practican con tanta determinación y firmeza en las mesas de negociaciones, deberían dejar más espacio al sentido común y la responsabilidad intergeneracional.

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Hernán Sorhuet Gelós

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