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¿Gobernantes ilustrados?

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La Biblioteca Nacional celebrará el próximo jueves sus dos siglos de vida. Doscientos años de historia no es poca cosa, para un país como el nuestro que no suma aún esos años como nación independiente. Pero el hecho nos dice muchas cosas, la Banda Oriental antes de convertirse en la República Oriental del Uruguay, veía en los libros y en la educación una de sus razones de existir, también nos habla de la visión de los hombres con responsabilidad política de aquellos tiempos.

La Biblioteca Nacional celebrará el próximo jueves sus dos siglos de vida. Doscientos años de historia no es poca cosa, para un país como el nuestro que no suma aún esos años como nación independiente. Pero el hecho nos dice muchas cosas, la Banda Oriental antes de convertirse en la República Oriental del Uruguay, veía en los libros y en la educación una de sus razones de existir, también nos habla de la visión de los hombres con responsabilidad política de aquellos tiempos.

Es sabido, la creación de la primera Biblioteca Pública, fue una iniciativa del presbítero Dámaso Antonio Larrañaga y contó con el aval de Artigas. Transcurridos doscientos años, la Biblioteca Nacional, con muchos problemas y carencias, cuenta por primera vez en su historia con una mujer como directora: Esther Pailós que además de licenciada en bibliotecología, aquilata cuatro décadas de experiencia. Son grandes los desafíos que el emblemático edificio de 18 de julio y Tristán Narvaja debe enfrentar, pero también son notarias algunas de las mejoras que Pailós ha logrado materializa en el poco tiempo que está allí.

Desde hacía décadas, la Biblioteca Nacional no tenía una dirección profesional y técnica. No es poca cosa, para un país que históricamente (sin excepción de gobiernos) se ha caracterizado por la repartija de cargos. El jueves la Biblioteca Nacional estará de cumpleaños y el país todo celebrará el Día del Libro. Maratones de lectura, exposiciones de caricaturas políticas y un encuentro internacional de comics, son algunas de las numerosas actividades que forman parte de la agenda de festejos. ¡Enhorabuena!

En estos días, veremos por televisión a los políticos hablar del libro y de la importancia de la lectura; aunque -en muchos casos- no hayan leído, ni comprado un ejemplar, aunque sea para regalar, en el último año.

El bicentenario de la Biblioteca Nacional se da en momentos en que la Cámara de Diputados tiene a su consideración una ley que ya fue sancionada por la unanimidad del Senado, y que decreta el fin de la industria editorial en el país, con su consecuente pérdida de puestos de trabajo. Condena además al hambre a escritores y creadores. Se la ha bautizado popularmente como La ley de las fotocopias. Una norma pergeñada por la FEUU, calurosamente apoyada por los legisladores del Frente Amplio e irresponsablemente vota-da también por los senadores de la oposición. Hoy son los diputados quienes tienen en sus manos la posibilidad de echar por la borda lo sembrado por Larrañaga en 1816 y consolidado en la ley de Derechos de Autor, impulsada por el nacionalista Eduardo Víctor Haedo en 1937.

“La creación intelectual es el más misterioso y solitario de los oficios humanos”, afirmaba Gabriel García Márquez. “Una biblioteca no es otra cosa que un domicilio o ilustre asamblea, en el que se reúnen todos los más sublimes ingenios del orbe (…) Estas luces son las que el ilustrado y el Gobierno vienen a hacer comunes a sus conciudadanos”, sostuvo Larrañaga doscientos años atrás.

Hoy es el parlamento quien tiene en sus manos terminar con un oficio misterioso, que los gobiernos ilustrados siempre han puesto al servicio de los ciudadanos.

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Diego Fischer

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