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La globalización (y el borne)

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Los jóvenes no saben lo que fue “el borne”: illo tempore, conseguir un teléfono era un drama, que dependía de algo misterioso llamado borne. Si no tenías un borne estabas frito y acceder a uno era flor de transa. Nunca alguien había visto un borne, pero todos sabíamos que era fundamental.

Los jóvenes no saben lo que fue “el borne”: illo tempore, conseguir un teléfono era un drama, que dependía de algo misterioso llamado borne. Si no tenías un borne estabas frito y acceder a uno era flor de transa. Nunca alguien había visto un borne, pero todos sabíamos que era fundamental.

Hoy existe la globalización: pocos la entienden, pero todos saben que es fundamental.

¿Por qué se dio esto de la globalización? ¿Es la primera vez que ocurre? ¿Qué significa?

En cierto discurso, la globalización es una suerte de maquinación, inventada por unos perversos, para forrarse a costa de las masas. Suena a discurso popu-progre, pero ya no se escucha sólo de los Maduros, Morales y Mujicas. En algo así creen los Brexiters y los Trumpers, para mencionar sólo los más recientes campeones de la antiglobalización.

Pero si no fueron los yanquis y los europeos, ¿quién la inventó? Pues, nadie. La globalización nació sola. No es el designio de nadie.

Tampoco es la primera vez que ocurre un fenómeno así. No igual, pero sí del mismo sentido. Los casos más recientes son el de la globalización comercial, en la segunda mitad del siglo XIX y, en menor medida, la globalización cambiaria, ocurrida unos cien años después.

En ambos casos, la sumatoria de ciertos factores (industrialización, avances en las comunicaciones, relativa paz, liberalización, etc.) hacen que, en determinado momento, deje de ser una mera sumatoria para pasar a configurar un fenómeno con características y dinámica propias.

Nadie lo fabricó ex nihilo. Es la consecuencia de muchas causas. Tampoco puede creerse en las teorías conspirativas que lo imaginan como el producto de la angurria de banqueros y/u otra fauna similar.

Cuando Trump y Evo Morales patalean por lo mismo, hay que pensar por qué.

Lo que está ocurriendo es una expansión formidable de decisiones económicas y comerciales que sobrepasan la mayoría de las categorías y limitaciones preexistentes. No es que todo se puede hacer en todos lados, pero casi. Como que no hay límites para la imaginación empresarial.

No es meramente un fenómeno financiero maquinado por especuladores. La globalización financiera quizás sea la más visible (más temida y más odiada), pero la globalización no se agota en ella (y no será controlada a partir de manear al mundo financiero). No es sólo la plata la que se mueve en busca del mejor hábitat.

Todo esto, ¿es bueno o malo?

Para empezar: la globalización ES. Pretender ignorarla o suprimirla es un ejercicio contraproducente y de dolorosas consecuencias.

Por lo demás, no es ni buena ni mala. Tiene cosas muy buenas, buenas, regulares, malas y hasta algunas muy malas. Todas vinculadas al ser humano.

También es falso que la globalización beneficia a los ricos perjudicando a los pobres (Maduro) o viceversa (Trump). Si alguna generalización puede hacerse es que ha beneficiado a relativamente pobres (clases medias y bajas del Tercer Mundo, ) y perjudicado a otros, relativamente ricos (clases medias y trabajadoras de los países desarrollados).

¿Cosas buenas? Miles de adelantos tecnológicos aptos para mejorar la calidad de vida de la gente, en su educación, salud, vivienda, confort, etc.

¿Malas? Quizás aquí venga la disquisición mayor. La globalización no indujo directamente a cosas horribles, como ocurriera en épocas pretéritas (esclavitud, trabajo infantil, etc.), pero sí permitió al hombre ser muchísimo más eficiente en la persecución de sus metas: también las malas. La especulación es una de ellas, muy visible en estos tiempos. Pero no es un invento de la globalización sino del hombre; la angurria precede a la computadora en miles de años.

Por otra parte, si bien es indiscutible que la facilidad para desplazar la producción de bienes a entornos más beneficiosos causa daños a quienes pierden esas actividades, debe recordarse que beneficia a otros (generalmente más pobres) y puede también significar un mejor uso global de recursos. Pero sí: hay perdedores en la globalización. También los hubo cuando se inventó la máquina a vapor.

La solución no es decir: lo siento. Pero tampoco romper la máquina (o construir muros, multar a los que deciden buscar mejores condiciones o irse del partido, porque creo que voy perdiendo -sobre todo cuando no me puedo llevar la pelota). Tampoco hay soluciones para todo. También en eso la globalización carece de novedad.

El punto está en que no se combate la realidad: se la entiende y se trata de mejorarla. Empezando por reflexionar si no hay en la raíz de las emigraciones productivas causas a corregir (excesos de burocracias, regulaciones, pérdidas de valores, etc.).

El aislamiento no cura la globalización, ni levanta el nivel económico de una sociedad. A lo sumo cambia de lugar ganadores y perdedores (por un tiempo, hasta que el empobrecimiento general los empareje).

Desde Darwin sabemos que quien no se adapta termina desapareciendo. Eso no significa echarse para atrás a la espera de que los zapallos se acomoden solos en el carro: hay que tratar de amortiguar en lo posible el proceso de adaptación. Lo cual es muy distinto a querer amortiguar la Globalización.

Nadie nos va a regalar el borne.

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Ignacio De Posadas

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