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Una geografía espiritual

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El encanto de la literatura es el de fundir las fronteras entre lo real y lo imaginario, sostenía Camilo José Cela, es decir, hacer verdad una mentira mojando la pluma en la realidad. Y esto es lo que hace el escritor argentino Alejandro Paz en su reciente libro, una colección de cuentos titulada “Atardeceres” (Elefante Blanco). Es su segunda obra literaria, tras su debut con la novela “Horario de visita”. Nacido en Buenos Aires, Alejandro Paz tempranamente se acercó al universo del teatro, donde ejerció la crítica. Dedicado al Derecho, es abogado, fue juez y camarista.
En las historias de su nuevo libro continúa ahondando en el cotidiano quehacer de hombres diversos, que tienen rasgos comunes. De esta manera se convierte en un narrador con dominio del conjunto y capaz de crear momentos conmovedores.

El encanto de la literatura es el de fundir las fronteras entre lo real y lo imaginario, sostenía Camilo José Cela, es decir, hacer verdad una mentira mojando la pluma en la realidad. Y esto es lo que hace el escritor argentino Alejandro Paz en su reciente libro, una colección de cuentos titulada “Atardeceres” (Elefante Blanco). Es su segunda obra literaria, tras su debut con la novela “Horario de visita”. Nacido en Buenos Aires, Alejandro Paz tempranamente se acercó al universo del teatro, donde ejerció la crítica. Dedicado al Derecho, es abogado, fue juez y camarista.
En las historias de su nuevo libro continúa ahondando en el cotidiano quehacer de hombres diversos, que tienen rasgos comunes. De esta manera se convierte en un narrador con dominio del conjunto y capaz de crear momentos conmovedores.

Como es esencial en el género que ha escogido en esta oportunidad, sus páginas buscan irradiar más que contar. Y así muestra los mundos subterráneos de sus quimeras, ateniéndose a los acordes de su propio canon. Por esta razón, su estilo narrativo, el del presente libro como el de su novela anterior, es semejante: cuidadoso en su escritura, sin extravagancias, y ajeno a nuevas búsquedas formales expresivas. No hay nada armado ni reduccionista en lo que escribe. De sus indagaciones sale a relucir el corazón que late tras los rostros y las cosas.
Los cuentos de “Atardeceres” crecen y se desarrollan entre la luz y la sombra. Y en ese mundo que señala el título del libro, habitan sus personajes, quienes se mueven en busca de lo cercano, lo imposible y lo pensable.

Borges decía que no se pueden referir los cuentos. Por ello señalamos que, en la historia que abre el libro, vemos a un hombre solo (su familia pasa sus vacaciones en el campo) que recorre su vida en una noche, yendo y viniendo en torno a sus vivos recuerdos. El ayer lo vincula a todos, y lo une más a los suyos.

Un día en la vida de un niño escolar, contado en una carta, desvela acciones violentas que esconden otro melancólico pasado. Y en el relato más extenso (titula el libro), el personaje es un profesional exitoso, sin mayores relieves, que desanda su vida evocando ilusiones, desilusiones y zozobras. De esta manera narra su historia: el amor con una tragedia en el centro. Pero como sus obras siempre actúan en contrapunto, esa vida a veces un poco frívola, esconde un alma profundamente generosa y sensible.

Alejandro Paz es un prosista de estilo directo y visual. Escribe historias que habitan criaturas cuyos ámbitos están trazados con equilibrio. Como el París que Patrick Modiano nos pinta en sus novelas, en sus relatos Alejandro Paz recorre, en su Buenos Aires, las mismas calles, los mismos museos, y la Recoleta termina convirtiéndose en la geografía espiritual donde ambulan sus hombres y mujeres, envueltos en recuerdos que les abandonan.

Las historias no son complejas, reinventan los problemas reales de la vida moderna en ese universo, trasmitido con claridad. Y se convierte en un testigo de las cosas que suelen ser las más perdurables del corazón humano: nostalgias por las ilusiones perdidas, amores que no llegaron a ser, adioses definitivos. El efecto es de comprensión y fertilidad

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Rubén Loza Aguerrebere

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