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Ganas de experimentar

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Existe un consenso entre los uruguayos sobre la urgencia de mejorar nuestro sistema educativo. Es urgente porque los cambios inevitables en los ciclos económicos hacen que no podamos apostar a otra década de producción de riqueza basada en la exportación de materias primas.

Existe un consenso entre los uruguayos sobre la urgencia de mejorar nuestro sistema educativo. Es urgente porque los cambios inevitables en los ciclos económicos hacen que no podamos apostar a otra década de producción de riqueza basada en la exportación de materias primas.

Es imprescindible porque las características de nuestro país hacen que nuestro desarrollo dependa de transformarnos en un exportador de productos y servicios con mayor contenido de conocimiento.
Hace por lo menos dos décadas que los indicadores de mal funcionamiento de nuestro sistema educativo son inequívocos (entre otros baja tasa de graduación, niveles insuficientes de aprendizaje y altos niveles de abandono). Después de algunos años de evasivas por parte de los gobernantes, hoy nadie niega esta realidad. Este tema se ha discutido mucho en ámbitos académicos, se ha difundido en la prensa, se han hecho acuerdos políticos, se han aprobado leyes y se han sustituido regularmente los jerarcas educativos.

Esta actividad mediática y política no ha redundado en la mejora de resultados por varias razones. Primero, porque no se ha enfocado en la esencia del problema, que son los métodos y sistemas de enseñanza y aprendizaje. Segundo, porque en la discusión educativa hemos permitido que se confundan los principios con los instrumentos. Tercero, porque a consecuencia de lo anterior las propuestas de cambio son evaluadas con dogmatismo en lugar de pragmatismo. Durante la última década el tema predominante ha sido el monto y porcentaje de financiamiento de la educación pública. El primero es importante pero por sí solo, no garantiza la mejora en la calidad y equidad del aprendizaje como la experiencia de la última década lo demuestra. Si bien no hay duda de que una sociedad comprometida con su educación debe financiarla con cordura, los resultados internacionales muestran, que tan importante como los montos a gastar es cómo y en qué se va a hacer el gasto. Sin cambiar métodos de organización educativa y sistemas de enseñanza, no se van a lograr mejoras, aunque se aumenten los presupuestos o se modifiquen una y otra vez las estructuras de gobierno de la educación. Las mejoras en los métodos de organización y sistemas para la mejora del aprendizaje son más complejas que las discusiones sobre recursos porque no admiten generalidades, sino planteos concretos, estudios de antecedentes, experimentación y evaluación de resultados. No existe mejora sin innovación y no existe innovación sin experimentación. Por eso es vital que nuestro sistema educativo recupere la voluntad y la capacidad de experimentar. En sus atributos principales, nuestro sistema educativo preuniversitario permanece inalterado desde hace más de dos décadas y en muchos aspectos desde hace más de un siglo.

No se han hecho cambios ni experimentado en profundidad en la formación docente, en la relación entre los sistemas público y privado, en la relación entre los sistemas de educación técnica y académica, en las formas de gestión de los centros educativos o en otros aspectos importantes. En el debate público se han propuesto iniciativas que han sido exitosas en otros países y que valdría la pena experimentar. Pero esto ha sido imposible por bloqueos mutuos, filosóficos y políticos que los actores sociales involucrados aplican casi por reflejo ante propuestas de conocer, experimentar y evaluar nuevas formas de gestión educativa y sistemas de enseñanza.

Por ejemplo, en la última campaña, uno de los principales candidatos propuso experimentar en forma limitada con un sistema de bonos escolares. Este es un sistema ampliamente usado en otros países como Colombia, Holanda o Suecia, que permite a alumnos de escasos ingresos estudiar en el liceo de su preferencia, si el ambiente social del liceo de su barrio, sus planes de estudio, sus docentes o sus horarios no se adaptan a sus necesidades e intereses. En nuestro país funciona un sistema similar en el área de la salud, por el cual una gran proporción de nuestros ciudadanos puede elegir a qué institución médica desea afiliarse.

Los bonos escolares son solamente un instrumento. En algunos países funcionan bien y en otros no. No soy partidario ni detractor de los bonos escolares. Soy partidario de la libertad de discusión y de la voluntad de experimentar nuevas alternativas, pero soy detractor del dogmatismo.

Una sociedad que acepta la necesidad imprescindible y urgente de cambiar, debería poder discutir racionalmente y experimentar. Sin embargo, el candidato y su equipo asesor recibieron cuestionamientos tan universales e intensos que optaron por excluir esta propuesta de la discusión.

Es un enigma cultural cómo una sociedad dispuesta a experimentar con la legalización de la droga por ejemplo, no es capaz de experimentar con bonos escolares. En nuestro país, las propuestas de innovación educativa son solitarias mientras que los rechazos son unánimes. Esta actitud puede deberse a una confusión entre principios e instrumentos. Brindar una educación de calidad a todos los ciudadanos es un principio al que todos debemos suscribir. Nuestro país diseñó instrumentos para cumplir con este principio hace más de cien años. Si bien el principio permanece inamovible debemos actualizar los instrumentos, este es el desafío que tenemos los uruguayos.

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Jorge Grünberg

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