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El factor confianza

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El segundo gobierno de Tabaré Vázquez no es el primero ni será el último que aplique un ajuste fiscal en este país. Muchos lo hicieron en el pasado, y la actual administración lo viene haciendo desde hace tiempo mediante el uso de las tarifas públicas. Lo que se está anunciando en estas horas solo es un nuevo incremento de la presión sobre nuestros bolsillos.

Desde luego, es insólito que un gobierno se vea obligado a hacer un ajuste fiscal tras una década de espectacular aumento de la recaudación. Si los recursos extraídos a los ciudadanos se hubieran usado con un mínimo de sensatez, hoy estaríamos aplicando políticas contracíclicas que nos protegerían del deterioro del contexto.

Pero los gobiernos frentistas no solo recaudaron como nadie lo había hecho antes, si- no que se gastaron todo lo que recaudaron, y aun más, con enorme irresponsabilidad. Así tenemos hoy a una intendencia de Montevideo que tiene que endeudarse para hacer obras y un défic

El segundo gobierno de Tabaré Vázquez no es el primero ni será el último que aplique un ajuste fiscal en este país. Muchos lo hicieron en el pasado, y la actual administración lo viene haciendo desde hace tiempo mediante el uso de las tarifas públicas. Lo que se está anunciando en estas horas solo es un nuevo incremento de la presión sobre nuestros bolsillos.

Desde luego, es insólito que un gobierno se vea obligado a hacer un ajuste fiscal tras una década de espectacular aumento de la recaudación. Si los recursos extraídos a los ciudadanos se hubieran usado con un mínimo de sensatez, hoy estaríamos aplicando políticas contracíclicas que nos protegerían del deterioro del contexto.

Pero los gobiernos frentistas no solo recaudaron como nadie lo había hecho antes, si- no que se gastaron todo lo que recaudaron, y aun más, con enorme irresponsabilidad. Así tenemos hoy a una intendencia de Montevideo que tiene que endeudarse para hacer obras y un déficit fiscal que amenaza con profundizarse.

El detalle de este desastre es tema para economistas. Pero lo que nos debería preocupar a todos es que acá se está perdiendo algo más que plata. No solo el bolsillo de los ciudadanos está siendo erosionado, sino un intangible muy valioso para toda sociedad democrática: la confianza pública. Para entender este punto hay que recapitular.

Durante largos años, el Frente Amplio demonizó la idea de ajuste fiscal y castigó duramente a los gobiernos que los hacían. No importaba que esos gobiernos recaudaran mucho menos que lo que recaudaron luego los gobiernos frentistas, ni que tuvieran que enfrentar circunstancias externas muy adversas. Ajustar las cuentas del Estado era un pecado descalificador.

Un contexto excepcionalmente favorable permitió que la izquierda gobernara durante años sin dejar de gastar a manos llenas. Pero a mediados de 2014 ya estaba claro que las condiciones iban a cambiar. Lo decían los mejores economistas independientes, lo decían las consultoras internacionales, lo decía la oposición.

El Frente Amplio decidió negar la realidad e hizo campaña prometiendo la prolongación de la abundancia. No lo hizo solo por conveniencia, sino también porque estaba obligado por su prédica anterior. Si durante años había demonizado cualquier intento de ajuste, ahora no podía admitir siquiera su posibilidad. Un ajuste era algo muy malo que hacían los demás.

En estos días las redes sociales están inundadas de videos y titulares de prensa en los que se ve mentir a quienes hoy ocupan los puestos de mayor responsabilidad en el país. El presidente Vázquez aparece diciendo que no hay razones para preocuparse y afirmando que “no tenemos planificado, ni en el horizonte, ningún incremento de la carga impositiva”. El ministro Astori y otros miembros de su equipo tratan de irresponsables o de ignorantes a quienes anunciaban lo que poco después ocurrió.

El tiempo dirá cuánto le cuesta esta voltereta al Frente Amplio en términos electorales, pero eso no es lo principal. Lo principal es que hoy hay muchos uruguayos que se sienten engañados por líderes en los que creyeron durante años. Y eso no solo es malo para el Frente Amplio, sino también para la democracia. De los ajustes fiscales (aun de los malos e innecesarios) se puede salir más o menos rápido. Pero de la decepción ciudadana es mucho más difícil recuperarse. Y eso nos afecta a todos.

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Pablo Da Silveira

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