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El éxito y los monos

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Los ciclos económicos han acompañado la historia humana desde la antigüedad cuando estaba atada a la suerte de las cosechas, hasta la complejidad actual que multiplica las fuentes de inestabilidad.

Los ciclos económicos han acompañado la historia humana desde la antigüedad cuando estaba atada a la suerte de las cosechas, hasta la complejidad actual que multiplica las fuentes de inestabilidad.

La maduración de la ciencia económica permitió un conocimiento mas preciso y el diseño de mejores políticas. Sin embargo, pese a los progresos, la estabilidad sigue siendo una ilusión aun para los países más serios. Otros con menor visión estratégica, juegan a favor de los ciclos y tropiezan asiduamente con la misma piedra.

Una receta para mitigar los efectos más negativos de los ciclos, consiste en implementar las políticas públicas a contrapelo del ciclo. Cuando las condiciones para el sector privado favorecen el aumento de la inversión, del empleo, los ingresos y el consumo, la prudencia indica que es momento para enfatizar en el ahorro público, las reformas institucionales y la atención de problemas estructurales que solamente el estado puede resolver. Por su parte en las fases de menor dinamismo del sector privado, será el momento de las políticas de corto plazo para impulsar los ingresos y el gasto.

Hubiera sido mejor bajar los combustibles en lugar de sacrificar una herramienta capaz de mejorar la competitividad en un momento difícil para el sector privado. Igualmente equivocada fue la cadena de torpezas que se dio al tratamiento de Ecolat. También era aconsejable haber ahorrado cuando había pleno empleo, capacidad instalada plenamente utilizada y la inversión privada extranjera llegaba al 6% del PIB. Son episodios particulares que siguen una tendencia caracterizada por la permanente elevación de costos y pérdida de competitividad, quedando las exportaciones casi totalmente en manos del campo.

Funcionarios y gobernantes rastrean “espacios fiscales” y proponen proyectos llenos de ingenio que derramarán felicidad. La compulsión por el gasto es irresistible. Su aumento eleva la demanda y la inflación y obliga a adoptar medidas monetarias que frenan el tipo de cambio real y reducen la competitividad. Los modelos de gasto son imitados de los países de la OCDE que disponen de mayores capacidades y cuya productividad triplica la nuestra de manera que son estrategias difícilmente sostenibles. Por nuestra parte, los modelos de gestión, los sistemas de programación de actividades, de cumplimiento de resultados, de control y auditoría o de rendición de cuentas son notoriamente débiles. Basta frecuentar oficinas para respirar la pobreza de los criterios de calidad, rigor y eficiencia de la gestión.

La fase adversa de los ciclos es más crítica y recurrente en países de baja productividad, de pobre gestión del Estado y donde las políticas privilegian los logros de corto plazo. Nuestro país ha sido más disciplinado pero no ha podido garantizar un crecimiento diversificado de alta productividad y de baja vulnerabilidad. Un país no se compone solamente de políticas sociales, empresas autogestionadas, agricultura familiar y multinacionales del hierro y el petróleo. Una clase empresarial local moderna e innovadora es esencial. Una gran proporción de la población activa trabaja en actividades de muy baja productividad y bajos ingresos. El simple crecimiento del PIB no garantiza un salto al desarrollo, así como un mono grande sigue siendo un mono.

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Joaquín Secco García

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