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Evocación de García Lorca

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MADRID.- En esta España calurosa que recorre el más tortuoso de los caminos para formar gobierno, al menos hubo unanimidad para evocar el fusilamiento de uno de sus poe- tas más populares, Federico García Lorca, ocurrido hace exactamente 80 años.

MADRID.- En esta España calurosa que recorre el más tortuoso de los caminos para formar gobierno, al menos hubo unanimidad para evocar el fusilamiento de uno de sus poe- tas más populares, Federico García Lorca, ocurrido hace exactamente 80 años.

A pesar del receso veraniego que se nota en calles semivacías y en bares cerrados, la fecha no pasó inadvertida en los medios de comunicación, que una vez más especularon con las hipótesis sobre la muerte del autor del “Romancero Gitano” en los comienzos de la Guerra Civil Española.

Está claro que García Lorca fue vilmente asesinado a los 38 años en lo que el dictador Francisco Franco llamó “uno de los accidentes naturales de la guerra”.

Sobre las causas de ese “accidente” persiste la polémica. Para algunos fue asesinado por ser republicano, amigo de izquierdistas, aunque no militante en partido alguno. Para otros fue su condición de homosexual lo que determinó su muerte en un país provinciano en donde, como se dijo, “el español mataba por machismo”. Una tercera línea de investigación exhuma antiguas rencillas familiares (uno de sus verdugos era un pariente) que fueron saldadas con “el asesinato de la joya de la familia”, es decir, el aclamado escritor granadino.

Cualquiera sea la hipótesis elegida, la orden de matarlo debió venir de arriba porque es sabido que el poeta, advertido de que querían apresarlo, buscó refugio en la casa de sus amigos de toda la vida, los hermanos Rosales, destacados miembros de la Falange y partidarios de Franco. Pasar por encima de los Rosales para llevarse a García Lorca y fusilarlo en el barranco de Viznar (hoy convertido en parque del recuerdo de las víctimas de la guerra civil) equivale a señalar al general Queipo del Llano, la máxima autoridad militar de la zona, como el responsable de dar la orden de ejecutarlo. Esa parece ser una conclusión bastante sólida en un episodio cuyos detalles aún se discuten.

Es que Lorca, como muchos lo llaman, sigue vivo en el recuerdo. Sus obras teatrales se siguen representando, sus libros continúan vendiéndose y personajes como Antoñito el Camborio o Bernarda Alba se tornaron universales. La leyenda en torno al autor de “Bodas de sangre” no para de crecer alimentada con datos reales y en ocasiones con excesos de imaginación, como es el caso de una historia que toca al Uruguay en donde se llega a decir que los restos -nunca encontrados- del poeta descansan en nuestro país.

Se trata de un libro que alcanzó cierto éxito en España titulado “El amante uruguayo. Una historia real”, del novelista peruano Santiago Roncagliolo. Allí se describe la íntima relación del granadino con el escritor uruguayo Enrique Amorim, quien, según este novelista, habría localizado la fosa en Viznar, desenterrado y trasladado los restos de Lorca a Salto para ser sepultados al pie de un monumento erigido en honor del autor de “Yerma”. Todo lo cual parece un relato de literatura fantástica que, sin embargo, a juzgar por algunos comentarios de la prensa local, consiguió reclutar a algunos crédulos.

¿Por qué será que, una y otra vez, en las grandes historias el nombre de Uruguay nos sale al paso de manera inesperada?

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Antonio Mercader

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