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Enfermo de miopía

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Viene bien salir de tanto en cuanto, para ver de qué se habla en otras partes. El título viene de una frase (“El mundo está enfermo de miopía”) de Michel Camdessus, ex gobernador del Banco de Francia y ex director gerente del FMI, en una presentación efectuada hace poco, en un foro en el País Vasco.

Viene bien salir de tanto en cuanto, para ver de qué se habla en otras partes. El título viene de una frase (“El mundo está enfermo de miopía”) de Michel Camdessus, ex gobernador del Banco de Francia y ex director gerente del FMI, en una presentación efectuada hace poco, en un foro en el País Vasco.

Allí presentó un trabajo de próxima publicación, en el cual un grupo de pensadores postulan las principales tendencias mundiales que enfrentará el mundo (y que, en muchos casos, lo amenazarán).
Vale la pena resumirlas para luego meditar sobre varias de ellas :

1. Crecimiento exponencial y transformación de la demografía: en los próximos 35 años la población mundial aumentará un 33% y la mitad de ese crecimiento (1.200 millones de personas) provendrá del África. Todos los países tendrán poblaciones envejecidas y buena parte del Primer Mundo, además, reducidas, con lo que el fenómeno migratorio lejos de aflojar se intensificará.

2. Las personas estarán hiperconectadas, disponiendo de instrumentos cada vez más sofisticados de información y comunicación universales e inmediatos. Ello, sin embargo, no presagia mayor socialización o comunicación, sino la agudización de tendencias ya muy prevalentes: individualismo, satisfacción personal inmediata, debilitamiento de estructuras como la familia, pero también mayor igualdad de género.

3. Persistiría el crecimiento económico (3 - 3,5% promedio mundial, 4% países emergentes, 5% África), dentro de esquemas empresariales privados, con mercados libres, más o menos regulados, pero sin revertir a sistemas dirigistas.

4. Creciente y hasta explosiva urbanización. Una de las mayores incógnitas en cuanto a los impactos que pueda generar: ¿mejores niveles de bienestar? ¿Pérdida de cultura y valores tradicionales? ¿Tensiones en la convivencia? ¿Agresión al medio ambiente? ¿Anomía?

5. Continuará la globalización del comercio internacional y de la inversión. Otra vez: ¿qué significará? ¿Crecimiento económico para todos? ¿Mayor competencia? ¿Perdedores además de ganadores? ¿Quiénes? ¿Por qué?

Una cosa parece clara cuando se escudriña ese futuro incierto: hay que empezar ya a repensar las instituciones de gobernanza mundial nacidas luego de la Segunda Guerra Mundial, empezando por la ONU y siguiendo por la OMC y el FMI. Vivimos (y viviremos) en otro mundo.

6. No sólo globalización del comercio, también, y quizás más importante, de las finanzas. Aquí se repiten y con más intensidad las mismas preguntas.

7. Como consecuencia de lo anterior, emergencia de una clase media global multitudinaria. Bueno en sí, pero que tendrá consecuencias para el funcionamiento democrático.

8. Competencia cada vez más intensa por los recursos naturales finitos.

9. Cambio climático: tema candente pero aún sin que aparezca una reacción decidida de los países centrales.

10. Aceleración de la innovación tecnológica. Con potencial negativo (armamentos), pero también positivo, aunque difícil de imaginar con certeza (impacto sobre el mundo del trabajo). ¿Se continuará agrandando la brecha entre los que siguen a rueda y los que no se adaptan?

11. Desplazamiento del eje económico hacia Asia (para el 2050 más de la mitad del PBI mundial vendrá de ahí, especialmente de China e India).

12. Expansión del fundamentalismo de actores no estatales violentos.

Frente a ese mundo que se ven venir, Camdessus y sus coautores sienten alarma y frustración al ver cómo los gobiernos no levantan la vista de los problemas inmediatos, miopes a toda realidad que no caiga dentro de los ciclos electorales. Acompañados por la mayoría de la sociedad civil, “nuestra cultura está hecha de avidez individual y colectiva, de esa primacía que le damos al tener, el poseer sobre el ser” (op cit).

¿Qué hacer?

Los autores proponen una serie de encares, varios referidos a la realidad europea, pero otros aplicables a todo el mundo (es decir, también a nosotros). Desde comenzar ya, a nivel político y de la sociedad civil, un análisis abierto y profundo de los parámetros necesarios para construir una noción compartida de Bien Común, que se nos ha desdibujado enormemente (al tiempo que ya ni sabemos qué es el principio del “interés general”, base del capítulo de Derechos de nuestra Constitución).

Y, obviamente, uno de los énfasis mayores recae sobre la educación. Sólo que con un encare radicalmente distinto al meneado en nuestro país. Cuando aquí oímos hablar permanentemente de modelos (“¿qué estudiante queremos?”), en Europa y EE.UU. se parte de la base de que el futuro -para el cual se debe educar- tiene demasiadas variables e incógnitas como para presumir la creación de un modelo, multiuso o todo terreno. Todo lo contrario, frente a los desafíos que vimos, el encare racional (y humilde) es el de admitir opciones, aproximaciones diferentes, dentro de un plan global basado en la transparencia, las comparaciones, las pruebas de acierto y error, pero con los mecanismos para apoyarse en los éxitos y enderezar o suprimir los errores.

Hora pasada, incluso, de que los orientales levantemos la vista (de la presidencia del Mercosur, del conventillo del Codicen, del título de Sendic, de los sponsors de la selección y del Corredor Garzón).

El Uruguay está muy enfermo de miopía.

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Ignacio De Posadas

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