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Encuestas y hambre

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Días atrás la divulgación de algunos resultados de la Primera Encuesta Nacional de Salud Nutrición y Desarrollo Infantil (ENSDI) generó diversas reacciones.

Días atrás la divulgación de algunos resultados de la Primera Encuesta Nacional de Salud Nutrición y Desarrollo Infantil (ENSDI) generó diversas reacciones.

Si bien el informe completo de la referida encuesta todavía no está disponible, el relevamiento de la existencia de 4% de niños menores de cuatro años con inseguridad alimentaria severa (hambre), no solo nos interpela como sociedad poniendo en tela de juicio la eficacia de las políticas sociales llevadas a cabo por el gobierno, sino que cuestiona seriamente las estadísticas oficiales sobre la indigencia en el Uruguay actual.La Encuesta Continua de Hogares sobre la que se basan las estimaciones de pobreza e indigencia es, en muchos casos, la única fuente de información tanto para la ciudadanía como para los gobiernos en relación a múltiples aspectos de la realidad económica y social.

El tema que nos ocupa hoy es la medición de la indigencia, ya que teóricamente esta debería reflejar la prevalencia de situaciones de ingreso de los hogares en los que ni siquiera es posible adquirir una canasta básica de alimentos.

De acuerdo a las estadísticas publicadas por el INE este problema afectó en el año 2014 al 0.3% de la población uruguaya y al 1.1% de los niños menores de cuatro años.

Estas cifras, históricamente bajas, no se condicen con los resultados que el mismo INE recoge en la ENSDI.

Esto podría deberse a las limitaciones de la metodología de medición de la indigencia por ingresos, frente a una metodología cualitativa más detallada para capturar la realidad del fenómeno de la inseguridad alimentaria en general y la inseguridad alimentaria severa en particular.

Sin embargo, un análisis más afinado de la metodología de medición en las encuestas de hogares, nos hace pensar que depurando los ingresos calculados de algunos elementos espurios para la medición de la indigencia, los resultados son consistentes.

Esto nos interpela respecto a las elecciones metodológicas que en este caso han sesgado hacia abajo la medición de la indigencia en el Uruguay y que insólitamente no han sido cuestionadas por la “academia” oficialista.

El principal problema consiste en calcular adentro del ingreso de los hogares un valor imputado equivalente al monto que se pagaría mensualmente por la vivienda si se estuviera alquilando. El criterio en general es válido para homogeneizar distintas situaciones de ocupación de la vivienda pero no para este caso en el que solo es relevante el ingreso que se tiene en términos de requerimiento de alimentos. Algo similar aunque de menor entidad para el caso, es la imputación de la cuota mutual del Fonasa que en nada ayuda a esos hogares a resolver el problema que estamos tratando de medir.

Si se realizan estos ajustes, la incidencia de la indigencia pasa de 0.3% a 1.3%, las personas afectadas casi se cuadruplican. En particular, la medición para los menores de cuatro años pasa de 1.1% a 3.4%. Esta última cifra es mucho más consistente con los resultados de la ENSDI.

Si afinamos más la puntería para medir los fenómenos que queremos conocer tendríamos números más reales y podríamos diseñar y evaluar mejor las políticas, aunque los indicadores sonrían menos a los gobiernos de turno. Las encuestas son un instrumento útil para diseñar y corregir políticas .

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Fanny Trylesinski

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