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Viviendo en estanflación

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Los datos sobre el Producto Interno Bruto de nuestro país que conocimos recientemente no causaron sorpresa pero confirmaron las malas noticias. En efecto, el período de bonanza económica del que tanto se ha hablado y escrito en la última década llegó a su fin y hoy la economía se encuentra virtualmente estancada.

El informe publicado el jueves por el Banco Central del Uruguay da cuenta de que la economía creció tan solo 1% durante 2015, lo que significa, debido al "arrastre estadístico" de 2014, que estamos en una situación muy similar al estancamiento. Más aún, todos los analistas económicos que han actualizado pronósticos para este año esperan un crecimiento cercano a 0%.

La macroeconomía del Uruguay, por tanto, luce mucho peor que hace unos meses. Una economía estancada, con inflación alta para lo que son hoy los parámetros mundiales, déficit fiscal creciente que se ubica en 3,8% del PIB y una deuda pública por tanto que continuará en aumento, forman un escenario difícil de aceptar luego de 12 años de crecimiento ininterrumpido.

He aquí el pesado legado de la conducción económica astorista, otrora ensalzada por propios y ajenos; una comprometida situación macroeconómica como consecuencia de una pésima política incoherente y despilfarradora. La incoherencia se constata en la falta de sintonía entre los distintos componentes de la política macroeconómica, en particular el torpe juego que se intenta hacer entre manejo de la inflación y del tipo de cambio, sumado a una desbocada política fiscal. El despilfarro que significó el aumento del gasto público, ilustrado gráficamente en la creación de alrededor de 70.000 empleos públicos nuevos, más cargos de confianza y fondos para contratación de personal a discreción, entre otros dislates, demuestran el escaso criterio que guió la asignación de recursos.

El principal talón de Aquiles de la política económica es, indudablemente, la política fiscal. Se gastó como si no hubiera mañana y, por si fuera poco, muy mal, lo que queda en evidencia ante la falta de mejores resultados en educación y seguridad. No se ahorró un peso, se gastó como lo hicieron los más populistas gobiernos de la región, y en este aspecto es que se encuentra el origen de los restantes problemas macroeconómicos.

El estancamiento en que nos encontraremos anegados al menos por dos años tiene consecuencias sustantivas para la vida de los uruguayos.

En un primer grupo de problemas encontramos la caída del empleo que ya se comenzó a dar durante 2015 y que continuará en 2016. Es posible que se pierdan decenas de miles de empleos y que el salario real no crezca o caiga devorado por la inflación. El acuciante tema del empleo se verá más comprometido aún si los sindicatos no dejan de lado la retórica infantil de la lucha de clases y las reivindicaciones exacerbadas. Es tiempo de cuidar los puestos de trabajo, no de reclamar aumentos incompatibles con la situación de la economía y de cada empresa en particular. Si los sindicatos no están a la altura de las circunstancias se perderán muchos más puestos de trabajo porque lo que el mercado laboral no pueda ajustar por precio lo ajustará por cantidad, lo que resultará en ese caso lamentable e inevitable.

En un segundo grupo de inconvenientes está el frente fiscal y presupuestal. El año pasado, cuando el gobierno presentó el presupuesto al Parlamento, la unanimidad de los analistas privados lo criticó por sus supuestos excesivamente optimistas. La soberbia respuesta del Ministro de Economía fue: "He tenido la suerte de no corregir ninguna proyección desde mi cargo de Ministro de Economía a la baja y ojalá esta no sea la primera oportunidad". Lamentablemente llegó esa primera oportunidad y mientras que el gobierno previó un crecimiento de 2,5% para 2015 fue de 1% y mientras prevé un crecimiento de 2% para 2016 este será cercano a 0%. Esta brecha de crecimiento entre la imaginación frondosa del gobierno y la realidad se traslada a una mayor brecha entre ingresos y gasto del gobierno lo que llevará a que aumente el déficit fiscal y el endeudamiento público.

El gobierno, en consecuencia, debe salir del piloto automático y la trabazón política en que se encuentra y reaccionar para encausar el frente fiscal, de lo contrario, se verá comprometido no solo el grado inversor de que hoy goza nuestro país, sino también, lisa y llanamente, la credibilidad y previsibilidad económica para los próximos años.

EDITORIAL

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