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Venezuela, OEA y la Doctrina

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Hace dos días la Asamblea Nacional de Venezuela (reiteradamente ignorada por el presidente Maduro) pidió formalmente a la OEA la aplicación de la Carta Democrática Interamericana, un proceso que tiene como última consecuencia la expulsión del organismo.

Ante esta grave situación, como herederos del legado de uno de los fundadores de este diario, el Dr. Eduardo Rodríguez Larreta, no podemos dejar de hacer justicia a su memoria y a su visión, habiendo sido el autor de lo que se conoció en el ámbito de las relaciones internacionales como la Doctrina Larreta.

En un documento presentado ante los cancilleres de América en noviembre de 1945 se podía leer: "El más acendrado respeto al principio de no intervención, conquista alcanzada en la última década, no ampara ilimitadamente la notoria y reiterada violación por algún país, de los derechos elementales del hombre y del ciudadano y el incumplimiento de los compromisos libremente contraídos, acerca de los deberes externos e internos de un estado que lo acreditan para actuar en la convivencia internacional".

En aquel entonces, Larreta ya preveía la intronización de los varios dictadores de distinta laya que coparían a varias de los jóvenes naciones latinoamericanas. Siendo el caso más cercano el del Gral. Juan Perón, quien llegó al poder en Argentina con el respaldo del sector militar, en camino de convertirse en el mandatario populista que todos conocemos. Desde la vecina orilla surgieron los más furibundos ataques a la propuesta uruguaya, y había varios otros a los que les molestaban profundamente estas ideas, como Somoza, Trujillo. E inclusive, grupos políticos compatriotas como el Herrerismo, que creían o decían ver, la mano del imperialismo yanqui detrás. Argumento secundado por la Cancillería soviética, que al contrario de la norteamericana, estaba en contra.

Finalmente, luego de interminables discusiones prevaleció el principio de la "no intervención", descartándose el verdadero mensaje de Larreta que propiciaba la defensa del paralelismo entre la democracia y la paz. "para lograrlo debían volcarse los esfuerzos, siempre y a medida que las circunstancias lo aconsejen, con prudencia pero también con firmeza" ... "Sobreentendido está que el ejercicio de acciones de esta naturaleza debe revestir carácter colectivo y moverse solo ante la comprobación fehaciente de sucesos claros y fehacientes".

Es oportuno recordar la opinión vertida por el Dr. Dardo Regules al respecto. "La tesis sostenida por el Canciller, como tantos otros progresos, en el momento en que se anuncian no encuentran comprensión. Esto es lo que ocurrirá con esta Doctrina. Es Doctrina del porvenir, no será la de hoy. Será una desgracia que no lo sea. Será una desgracia que América no esté al nivel de esta doctrina. Será dentro de treinta años".

Mucha razón tuvo en sus dichos, ya que pasó el tiempo. No treinta años sino cincuenta y seis. Finalmente en el 2001, fue aprobada con el consenso de los 34 países que integran la organización, la Carta Democrática de la OEA, y constituye el reconocimiento tardío pero reconocimiento al fin, de la Doctrina Larreta. Esa a la que ahora apelan en desesperación los venezolanos, por lo que se está viviendo en su país a manos del régimen comenzado por Chávez y continuado por Maduro, que ha ido cayendo en un despeñadero de violencia, atropello de los derechos humanos y pobreza. En la Carta se establecen los elementos esenciales de la democracia representativa, el respeto a los derechos humanos, el estado de derecho, elecciones libres y periódicas a través del voto universal, pluralidad de partidos políticos y la separación de los poderes públicos.

En su articulado se prevén distintas coyunturas. Varias de ellas como respuesta a un pedido del gobierno legítimo que se ve amenazado, algo que no sirve para lo que hoy ocurre en Venezuela, donde es el gobierno el que avasalla. Pero la Carta también abarca el caso de ruptura del orden democrático en el ar-tículo 19, según el cual la OEA puede intervenir sin el consentimiento del gobierno afectado. En caso de grave alteración de la democracia, el artículo 20 faculta al secretario general o cualquier país miembro, a convocar inmediatamente a un Consejo Permanente para evaluar la situación. La Carta se ha aplicado ya varias veces en distintas instancias. En Ecuador en 2005, en Nicaragua por el 2007 y en Honduras en 2009, cuando se suspendió al país por 2 años. Más allá de que al Sr. Maduro no parece que le importe demasiado lo que haga la Organización, su secretario Almagro debería dejarse de epístolas que van y vienen y actuar formalmente, ya.

EDITORIAL

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