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Uruguay en la Luna

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La firma del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP por sus siglas en inglés) es de esas noticias que deben dejarnos preocupados, porque son las que muestran que en esta era frenteamplista hemos estado perdiendo tiempo y oportunidades para mejorar nuestra inserción internacional.

De los 12 países que firmaron el TPP, hay al menos cuatro que son directos competidores de nuestros productos agropecuarios de exportación: Canadá, Australia, Nueva Zelanda y Estados Unidos.

En la región latinoamericana, se integran a esta mayor apertura México, Chile y Perú. El TPP brindará posibilidades de mayores exportaciones a países que compiten con nosotros. Ellos tendrán ventajas comerciales que nosotros no tenemos en mercados poblados y dinámicos como, por ejemplo, los de Malasia, Japón y Vietnam.

Son bien conocidas estas estrategias de aperturas regionales más ejecutivas que procuran saltearse las demoras propias de la Organización Mundial del Comercio. También es sabido que ante el fracaso de la liberalización comercial multilateral propuesta por Washington a inicios de este siglo para todo el hemisferio americano, la primera potencia mundial terminó optando por firmar acuerdos de libre comercio de forma bilateral con aquellos países que así lo quisieran. En Latinoamérica, Perú, Chile y Colombia, junto al más relevante México, no solamente abrieron recíprocamente a partir de 2011 sus economías en la llamada Alianza del Pacífico, sino que además lograron firmar acuerdos de libre comercio con Estados Unidos en todos estos años.

Las consecuencias de estas aperturas comerciales son muy importantes para los sectores más competitivos de la economía que logran así ganar mercados. Pero, sobre todo, se aseguran reglas de juego de largo plazo que permiten generar corrientes comerciales y de inversión que traen dinamismo y riqueza a los países que se deciden a participar de ellas.

El problema para nosotros es que estamos fuera de todo eso. Por motivos ideológicos de una izquierda que cree en el imperialismo gringo y descree de las virtudes de la apertura comercial, la primera administración Vázquez dejó pasar la oferta de un tratado de libre comercio bilateral con la principal potencia del mundo. Luego, por la fijación ideológica a la patria grande con su provincianismo en favor de Buenos Aires y su estribo en favor de Brasilia, la administración Mujica renegó de cualquier estrategia independiente que defendiera los intereses del país. Se alineó, sistemáticamente, a los intereses de nuestros dos poderosos vecinos. Cedimos pues a los intereses de lo que con razón el excanciller Abreu ha llamado "la vieja trenza" formada por Argentina y Brasil, a la que nunca le interesó desarrollar el Uruguay, ni en la época de Artigas ni en el siglo XXI.

Preferimos estar en la Luna. Mientras que nuestros competidores se abren y ganan protagonismo en desmedro de nuestras posibilidades comerciales, aquí seguimos encerrados en un Mercosur que conspira contra nuestros verdaderos intereses nacionales.

Allí está el ejemplo de la demora del acuerdo de libre comercio con la Unión Europea, porque tal asunto no conviene a la estrategia económica de Buenos Aires, a pesar de que ese acuerdo es fundamental para la apertura de mercados para nuestros productos. Allí está también nuestra imposibilidad de vender más a Corea del Sur, por ejemplo, no por causa de que nuestros productos sean malos, sino porque compiten contra un mejor precio ofertado por los australianos, que sí tienen un acuerdo de libre comercio con Seúl desde 2014. Finalmente, esta ideología del encierro que domina al Frente Amplio se mantiene en esta administración: es la que hizo que nos retiráramos de las negociaciones en vistas a una liberalización del comercio de servicios como es el acuerdo TISA.

Todos los especialistas en temas internacionales dan cuenta de que noticias como las del TPP son muy preocupantes para el futuro del país. Porque empieza a hacerse claro el enorme costo de haber optado por no subirnos a ningún tren de apertura comercial en estos años en los que el mundo siguió avanzando.

Empero, a la izquierda ideológicamente encerrada, nada de estas cosas le importan mucho. Ella está seducida por el modelo popular y nacional kirchnerista o por el desarrollo soberano de la Venezuela chavista. Aunque parezca delirante, esta es la izquierda que es mayoría en el plenario del Frente Amplio y es la que define nuestra inserción internacional. Y es así que hipoteca el futuro del país.

Editorial

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