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Uber, una cuestión de libertad

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El año pasado ya operaba en 360 ciudades y más de 64 naciones, y si bien todavía no cotiza en bolsa, hay especulaciones varias sobre el valor de la empresa (US$ 65000 millones) si saliera a la bolsa en estos momentos.

La pelea ya tiene más de un año y continúa. Uber sí, Uber no. Pero en el fondo no es un enfrentamiento menor sino algo más profundo, y que atañe al derecho de los individuos a poder elegir. Recordemos a Bill Clinton con aquella frase que se hizo famosa y que se aplica perfectamente en este caso: "se trata de la libertad, estúpido".

De la libertad de trabajo y de la libertad de los ciudadanos para inclinarse por el servicio que prefieran. La cuestión pasa por la posibilidad de que se den ambas situaciones. La prueba está en que de la nada, en un año, según lo informara el gerente general de Uber, 400 mujeres han encontrado empleo gracias a la oportunidad que les abrió la plataforma.

Los números hablan por sí solos. De acuerdo a los datos aportados por Iván French a la Junta Departamental, en la actualidad hay unos 200.000 usuarios, solo en Montevideo. En los últimos meses viajaron más de 92.000 personas y son más de 4000 los conductores. El 36% de ellos estaba desempleado, el 78% buscaba un ingreso suplementario y el 44% trabaja menos de 10 horas a la semana.

Cuán grande será el interés de la gente de ambos lados, los usuarios y los choferes, que a pesar de todas las persecuciones de los que fueron objeto unos y otros, Uber sigue "vivito y coleando".

Es una demostración más de lo rápido que cambia el mundo en que vivimos, de las diferencias producidas en sus usos y costumbres. No es factible pensar que lo podemos detener en algún punto. La supervivencia de lo establecido, de lo viejo y conocido, se halla en la capacidad y la habilidad para re reinventarse. Allí se encuentra la diferencia entre las empresas que se mantienen a flote a pesar de las turbulencias y las que desaparecen para siempre. Los ejemplos sobran y si no, basta pensar en los fabricantes de escupideras, pujante negocio de la época en que estaba de moda masticar tabaco y luego escupirlo.

Los abogados del inmovilismo (a pesar de que se trate de gente vinculada al movimiento), los gremios de automovilistas y patrones del taxi tienen que darse cuenta de que seguir con la chancha atada no va más. Porque si la salida está en prohibir las novedades, entonces tendría que haberse impedido el uso de celulares para seguir utilizando solo la telefonía fija provista por Antel. Y por supuesto, ni Internet, ni Facebook, ni Twitter, Whats Up, Instagram, Skype o cualquier otra cosa.

A nosotros, los de la prensa escrita, no nos habría venido nada mal un cerrojo que hubiera impedido la lectura de los periódicos online, vulnerando el rendimiento económico de las empresas montadas con cientos de empleados, insumos, maquinarias, etc.

Otro tanto sucede con las redes de pago, como Abitab o Red Pagos y otras que vinieron a entrometerse en el trabajo de cobradores y carteros, aunque a consecuencia de su establecimiento se le facilitara la vida a tantos, que ahora pueden pagar sus cuentas en algún lugar cercano, con menos personas aglomeradas y sin tener que hacer largas colas.

La rapidez vertiginosa de los cambios se ha potenciado con el espectacular desarrollo tecnológico y Uber no es más que un producto favorecido por la apertura actual de las comunicaciones. Su origen se encuentra, sencillamente, en el malhumor de un joven bastante genial, sin duda, que se define como enemigo de los monopolios. Las dificultades experimentadas para encontrar un taxi cierto día, le llevaron a crear algo que aliviara la vida de la gente, facilitándole el ir de un lado a otro. Inventó una plataforma que aglutina a conductores y pasajeros en todo el mundo, quienes no necesitan llevar efectivo encima, se encuentren donde se encuentren, pues el servicio se paga con tarjeta de crédito. El año pasado ya operaba en 360 ciudades y más de 64 naciones, y si bien todavía no cotiza en bolsa, hay especulaciones varias sobre el valor de la empresa (US$ 65.000 millones) si saliera a la bolsa en estos momentos.

A decir verdad, no solo en Uruguay Uber ha provocado rechazo al empezar a competir en el sector del taxi, pues ya se sabe que a nadie le gusta que le aparezca competencia, pero la solución debería ser más simple (en Buenos Aires los conductores son monotributistas) que los complejísimos proyectos elaborados uno por la IMM y otro enviado al Parlamento. Cada uno con sus objetivos: la Intendencia buscando recaudar (cuándo no) plantea un canon más elevado que en México, lo cual encarecería los viajes. Y los legisladores del FA, queriendo quedar bien con el gremio que está en pie de guerra, llegan a verdaderos extremos. Aparte de que siempre estarán en contra de la libertad de mercado y cuantas más regulaciones del Estado hayan, mejor.

EDITORIAL

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