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Tragedia en Paysandú

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El cobarde asesinato, por la espalda y sin aviso, de un conocido empresario en Paysandú, enciende una luz de alarma en el país y genera un profundo sentimiento de desazón en toda la sociedad uruguaya.

El caso excede las trágicas, pero ya habituales noticias diarias de las secciones policiales, para convertirse en algo más grave, algo más inquietante, por el trasfondo que lo rodea.

La víctima era un destacado miembro de la colectividad judía departamental y nacional, además de un hombre de familia apreciado por toda la gente de la zona. El victimario, parece ser un perturbado encandilado por la propaganda y las ideas fanáticas de los sectores radicales de la religión islámica, y con vínculos, al menos virtuales, con extremistas y admiradores de terroristas. Si bien todavía la investigación judicial no arroja resultados concretos, los detalles que vienen surgiendo son por demás perturbadores. Y hacen temer que el cascoteado clima de convivencia en el país, tradicionalmente objeto de admiración y orgullo, haya sufrido un nuevo golpe letal.

Todo comenzó en una bucólica tarde otoñal en una de las principales avenidas de la ciudad de Paysandú. El empresario David Fremd, figura reconocida de la sociedad sanducera, charlaba tranquilamente con su hermano Mario y uno de sus hijos, cuando de golpe un sujeto apareció de atrás y, sin mediar palabra, extrajo un cuchillo y lo apuñaló al menos cuatro veces, provocándole la muerte. Luego salió corriendo gritando consignas incomprensibles, antes de ser reducido por gente que pasaba por allí y entregado a la policía.

Todavía es pronto para dar un veredicto terminante, pero tanto el aprecio general que tenía Fremd en la sociedad local, como algunas cosas surgidas del presunto asesino y sus vínculos en internet, hacen temer lo peor. Que se trata de un caso de odio antisemita, de un ataque ya sea por imitación u organizado, similar a los que vienen ocurriendo en Israel, en lo que se ha llamado "la intifada de los cuchillos".

Lamentablemente, no sería el primer caso de violencia antisemita en Uruguay. Aunque el anterior registrado de esta magnitud fue hace ya casi 30 años, y protagonizado por un desequilibrado que terminó en el Vilardebó.

Pero esta situación actual tiene ribetes que generan mayor inquietud. Por un lado, porque nos deja en evidencia que la tan mentada y positiva globalización, tiene su lado sórdido y violento, que hace que ni siquiera un país tan lejano y ausente de los grandes conflictos globales, pueda proclamarse a salvo de la violencia ciega y fanática. Por otro, porque generará sin dudas un nuevo aliciente para complejizar la convivencia en una sociedad que viene perdiendo a velocidad de vértigo su emblemático clima de respeto y armonía social. A los "ajustes de cuentas", a los asesinatos por parte de sicarios, a los homicidios "por error", ¿deberemos sumar también la violencia antisemita?

En caso de confirmarse el móvil del crimen, los uruguayos todos deberíamos hacer un mea culpa. Sobre todo quienes están en la esfera pública, y en los últimos años (sobre todo en el gobierno anterior) toleraron en sus filas a dirigentes que relativizaron las causas del terrorismo y justificaron de alguna forma el accionar de algunos grupos radicales, amparados en justificaciones políticas e históricas que no resisten cinco minutos de contraste con la realidad. Es mucha la responsabilidad de quienes están en el mundo político, y no son contundentes y definitivos a la hora de condenar todo tipo de violencia terrorista, sin medias tintas, ni excusas, ya que eso alimenta las visiones paranoicas y extremistas de quienes solo necesitan una causa medianamente justificada para canalizar sus frustraciones, su odio, o su desequilibrio mental.

Solo cabe esperar dos cosas. O que las informaciones posteriores descarten de plano el móvil del odio racista como explicación de este crimen indignante. O que se trate del caso de una persona con graves problemas mentales que actuó en solitario y por razones atribuibles a la insanidad.

Pero incluso si eso sucede, ya no habrá forma de reparar el daño. La familia afectada no recuperará a su ser querido, la sociedad sanducera y uruguaya no volverá a contar con su aporte, y el país en general verá seguramente agravado su problema de desconfianza y temor a la hora de la convivencia diaria.

En cualquier caso, solo cabe profundizar la firmeza en cuanto al combate al odio, al racismo y a la violencia irracional, que parecen ser un pecado cada día trágicamente más presente en la sociedad en la que vivimos.

Editorial

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