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Con el sabor del fracaso

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El pasado domingo se desarrollaron las elecciones internas del Frente Amplio en que se eligieron al presidente de la "fuerza política" y a los demás integrantes de los órganos de conducción.

Esta elección, por aspectos cuantitativos (la baja participación) y cualitativos (las críticas desde propias filas) es un hecho político de primera magnitud que merece analizarse en varias dimensiones.

Al lector desprevenido le sorprenderá que el partido de gobierno celebre elecciones internas a dos años de las internas generales y obligatorias que deben sostener todos los partidos por mandato constitucional para elegir a sus autoridades. De allí surgen las convenciones partidarias que son, según la Carta Magna, las máximas autoridades de cada colectividad. Pues bien, el Frente Amplio ignorando olímpicamente la Constitución y perpetuando una estructura institucional antidemocrática, forma sus órganos de conducción por mecanismos paralelos que desvirtúan el voto de la ciudadanía y, ni que hablar, la representación proporcional.

Este problema es grave en tanto atañe al principal partido político del país y resulta una violación de la Constitución, pero, además, tiene externalidades negativas para toda la población. En efecto, un ejemplo claro fue lo que sucedió el año pasado en el Plenario del Frente Amplio en que se resolvió cuál debía ser la política exterior del Uruguay. Allí, ignotos delegados de comité de bases fantasmagóricos resolvieron la suerte de todos los uruguayos sin remordimiento, pero, indudablemente, con nula representatividad.

Curiosamente esta anomalía institucional del Frente Amplio dio pie a que uno de sus candidatos (porque insólitamente hasta el día de hoy no se conocen los resultados de la magra elección) Alejandro Sánchez arrojara bravuconadas baratas e innecesarias sobre la oposición en lo que ya constituye, desafortunadamente, su estilo político.

En primer lugar afirmó sobre las elecciones: "No hay otro partido en el Uruguay que se anime a hacer lo que hacemos nosotros". Allí tiene razón, los demás partidos políticos uruguayos respetan la Constitución. Y luego agregó: "Cuando los partidos tradicionales se animen a hacer esto comparamos cuál es el respaldo que tiene el resto del sistema político".

Sánchez sabe bien que esto es un recurso retórico ramplón y falaz. Es curioso además que se lisonjee del resultado de la elección frentista con 92.000 votos cuando en las internas legales y controladas por la Corte Electoral, el Partido Nacional, verbigracia, tuvo 417.000 votos, y en las elecciones de la Juventud que realiza cada cinco años, concurren a las urnas más de 50.000 jóvenes en todo el país.

Pero lo de Sánchez no es nuevo, después de afirmar que los frentistas no son mejores que blancos y colorados sino que son de "una clase diferente" ya denotó que desbarranca con facilidad. Si le toca en suerte ser el nuevo presidente del Frente Amplio evidentemente vendrán tiempos de mayor polarización y debate crispado azuzado desde la conducción del partido de gobierno.

Lo cierto e inocultable, pese a los festejos forzados del día de la elección por parte de la dirigencia frentista, es que el acto comicial fue un rotundo fracaso. Como manifestó el politólogo Óscar Bottinelli: "si espero que me goleen 7 a 0 y me hacen solo 5, no lo puedo llamar éxito". Y eso es lo que ocurrió.

Si en la elección anterior sufragaron 170.000 personas y en esta solo 92.000, cualquier persona con capacidad de comparar magnitudes comprueba que al Frente Amplio los uruguayos ya no le responden en la misma medida que en el pasado.

El clima de creciente descontento entre los propios frentistas por la marcha del gobierno y del propio partido resulta inocultable, y basta ver los distintos argumentos por los que Esteban Valenti, Alfredo García o Richard Read, entre otros, no fueron a votar o votaron en blanco para comprobarlo. Lo cierto es que el Frente Amplio se está agotando (o se agotó) y ya no tiene respuestas para los problemas del país. Y eso no va a cambiar con las nuevas autoridades o el nuevo presidente porque a todas luces será incapaz de reformar las anquilosadas y vetustas estructuras partidarias.

El Frente Amplio, incapacitado para reformarse a sí mismo por los intereses corporativos que lo dominan, se vuelve cada vez más estéril, está cada día más alejado de la realidad nacional, y por ello es que resulta el gran responsable del país sin rumbo en el que seguiremos navegando por tres años más.

EDITORIAL

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