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Ritmo de cambio

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Es indudable que se avecinan tremendos cambios culturales y laborales. Cada uno en su medida debería prepararse para lo inevitable. ¿Recuerdan a los obreros del puerto que se oponían a los contenedores? Adecuarse y actuar en consecuencia se impone.

El mundo y los desafíos que se presentan son cada vez más revolucionarios. Tanto que dan vértigo. En el transporte ya hay compañías de taxis mundiales que no poseen vehículos y que pronto tampoco tendrán choferes. Ya existen en EE.UU., a modo experimental, camiones que han trasladado mercancías de una parte del país a otra, en los que por si acaso viajaba una persona como acompañante, pero eventualmente esta desaparecerá. ¿Cuánta gente trabaja actualmente en dicha actividad en ese país?

Son unos tres millones. Los automóviles inteligentes, sin chofer, ya existen y están siendo probados. Con la ayuda del GPS, el radar y otros dispositivos electrónicos, el o los pasajeros podrán leer, trabajar, jugar al dominó, dormir, comer, disfrutar del paisaje, hablar cómodamente por teléfono, ver TV, trabajar con su móvil, etc., al no tener que estar al volante. Es más, habrá diferencia en el costo del seguro del automóvil que será mucho más barato si maneja el robot. Con el tiempo en muchos lugares ya no permitirán que los humanos conduzcan el auto. Estos serán eléctricos, habrá menos accidentes de tránsito y menos polución. En ciertas ciudades europeas se está proponiendo prohibir la utilización de la propulsión en base al motor diesel en un plazo no tan lejano.

Se avizoran problemas de orden laboral que parecen insuperables aunque recuerdan otros no menos difíciles, de otras épocas. En Londres, en New York y en Chicago, antes del automóvil, uno de los grandes dilemas era alimentar los caballos y retirar la bosta de las calles que parecía inundar las ciudades, atrayendo gran cantidad de moscas y creándose un problema sanitario gravísimo. Tampoco alcanzaba el tanino para curtir el cuero de tantos arneses.

O sea que en el futuro ¿para qué tantos coches si puedo trabajar desde casa y no necesito desplazarme a la oficina más que para alguna reunión que no se haga por teleconferencia? ¿Para qué tanta oficina, tanto edificio? En otros rubros, en la práctica de las profesiones liberales como la abogacía, ya existen computadoras inteligentes que a gran velocidad son capaces de leer, recopilar y sintetizar jurisprudencia relativa al asunto que se examina, revisar contratos y otros documentos, acortando tiempos y costos. Miles de abogados y asistentes perderán su actual trabajo. Las consultas bien formuladas las contestará WATSON (inteligencia artificial de IBM) a bajo costo.

En la enseñanza la revolución será fenomenal y ya ha comenzado. Todos los niños de una misma promoción podrán escuchar la mejor clase y explicación sobre lo que estén cursando, en una pantalla disponible también en su PC o su móvil. Estar enfermos en casa no los hará perder clase. La calidad de la presentación habrá sido estudiada por unos pocos y destacados docentes, especialmente elegidos por concurso y realmente preparados. Todo joven estudiando una cierta materia tendrá acceso en forma igualitaria al contenido, evitándose muchas desigualdades. Quien enseñe hablará claramente, e inclusive podría no ser un científico o profesor, sino un actor con gran capacidad para transmitir los conceptos encomendados para involucrar a su audiencia. Los alumnos podrán volver a escuchar o ver lo que no entendieron y si lo necesitan podrán plantear su pregunta "on line". Se supone que los profesores no faltarán ni harán huelga. Las clases serán interactivas y les tomarán exámenes. Para evitar que se copien, existen sistemas más o menos buenos para impedirlo, que no viene al caso mencionarlos aquí.

Lo que sí será una preocupación es qué hacer con gran parte de los maestros, muchos desactualizados y más de uno con serias falencias. Tampoco estarían en condiciones de competir con "el profesor" escogido a nivel país o mundial, para dar el curso. Algunos pasarán a cumplir las funciones que no hicieran todavía los robots, pero otros tendrán el mismo problema de los choferes, los abogados, los agentes de viaje, los inmobiliarios, etc. A la vez, los avances en medicina, en genética, el diagnóstico precoz, los tratamientos, la farmacología, aumentan la longevidad de las personas y seguirá creciendo la población mundial. Aparecerán entonces nuevas especialidades y necesidades.

Es indudable que se avecinan tremendos cambios culturales y laborales. Cada uno en su medida debería prepararse para lo inevitable. (¿Recuerdan a los obreros del puerto que se oponían a los contenedores?) Los líderes y las instituciones de la sociedad (Educación, Salud, Industria, Agro, las TIC) deberán adecuarse y actuar en consecuencia. Las transformaciones avanzan cual poderosa marea.

EDITORIAL

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