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El regreso de las papeleras

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Las vueltas de la vida. Parece que el gobierno se dio cuenta de que lo eligieron para gobernar y no solamente para administrar una crisis fabricada por sus antecesores —sobre todo el último— que dejó al país en un estado lamentable y apeló al gran proyecto creado por los partidos tradicionales en sus administraciones posdictadura: la industria forestal.

Las conversaciones con la empresa UPM terminaron de manera exitosa y se construirá una nueva planta de celulosa, más grande que la ex Botnia y más grande que Montes del Plata para terminar con el apagón de la economía uruguaya. Tras año largo de gestión, desde la Torre Ejecutiva se cayó una idea, distinta a la de explotar los bolsillos de los uruguayos que trabajan o se han jubilado. Bienvenida.

La presencia de las plantas de celulosa en el país es el resultado de una de las pocas políticas de Estado llevada adelante en sucesivas y coincidentes administraciones. Se inició con la Ley Forestal en 1987 (primer gobierno de Sanguinetti), alcanzó un empuje espectacular con las exenciones tributarias y el fuerte lobby internacional del gobierno Lacalle y finalmente, bajo la presidencia de Batlle, con la construcción de Botnia a partir del Tratado con Finlandia de protección de inversiones, que tuvo en el 2004 el voto en contra de todo el Frente Amplio en el Parlamento.

No obstante, al asumir su primera presidencia, Tabaré Vázquez dio luz verde a la papelera y bancó estoico y con firmeza (y Condoleezza) la prepotencia insoportable de los Kirchner; Néstor primero y luego Cristina se consideraban "traicionados" por el gobierno "amigo" que se había instalado.

La construcción de la nueva planta tuvo un lanzamiento estratégico: en pleno paro general del pasado jueves contra el gobierno y su política económica, convocado por los compañeros del Pit-Cnt con el activo apoyo del Partido Comunista y otros sectores del Frente Amplio, el presidente reunió al Consejo de Ministros (los hizo trabajar pese al paro) para anunciar el acuerdo y todo lo que implica.

—Es una inversión del orden de los 5.000 millones de dólares. La empresa UPM aportará US$ 4.000 millones y el estado uruguayo US$ 1.000 millones (un poco más que las pérdidas de Ancap reconocidas hasta el momento) en mejoras imprescindibles para su explotación.

—Se construirá en el Uruguay profundo sobre la cuenca del Río Negro. Tacuarembó y Cerro Largo son los departamentos con mayores posibilidades de albergar la obra.

—Será más urgente que nunca la construcción y arreglo del sistema carretero (se estima en unos 230 kilómetros) y caminería rural, así como las de las instalaciones ferroviarias que serán la principal vía de salida de la producción hacia el puerto de aguas profundas, que no habrá que inventar en algún lugar de Rocha como divagaba Mujica, sino al que ya existe desde la época de la Colonia: Montevideo, que será reacondicionado a tales efectos.

—La obra va a significar la creación de unos 8.000 puestos de trabajo, dinamizará todos los sectores relacionados con una megaconstrucción y generará un aumento del Producto Bruto Interno del orden del 2 al 2,5% (no está mal si tomamos en cuenta que el gobierno de Mujica le significó al país una caída del PBI de 3,5% entre 2013 y 2015).

Resistidas por la izquierda cuando era oposición, atacadas por innumerables ONG cuando eran oposición, defendidas por los partidos tradicionales en la oposición y cuando fueron gobierno, las plantas de celulosa se han convertido en uno de los pilares de la economía nacional. El destino del país está íntimamente ligado a ellas, pero está claro que su construcción tiene un límite y no se pueden levantar como molinos de viento. Si bien —y es muy importante— representan en estos momento el 15% de las exportaciones uruguayas, todo el viento favorable que se generó con la primera UPM y con Monte del Plata después, se dilapidó. Y en esta tarea no hubo políticas de Estado, fue todo —y solo— bajo los gobiernos del Frente Amplio.

Hoy en día el sector forestal representa 23.000 empleos verdaderos, con epicentro en zonas del interior cercanas a las plantas. UPM —una obra que tardó cuatro años en levantarse y se halla ubicada en un predio de 500 hectáreas— recibe la presencia diaria de unos 450 camiones que descargan su materia prima proveniente de 12 departamentos y 350 productores. El centro norte de Uruguay, la zona elegida para el nuevo emprendimiento, es una región desprotegida del país que podrá ver su futuro con mayor optimismo. Y, además, está como a 400 kilómetros de Gualeguaychú.

EDITORIAL

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