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¿Qué haremos con la historia?

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Desde el 20 de diciembre pasado, todos los sábados del verano, hemos presentado aquí cómo se enseñan distintos temas de historia reciente en sexto año de escuela. Se trata de una enseñanza cuyo sesgo en favor de posiciones de izquierda funcionales a algunos partidos que integran el Frente Amplio, o en favor de toda esa coalición, es contundente.

Para nuestras escuelas, la Guerra Fría opuso a dos campos que, parecería, fueron equivalentes. Nunca hubo régimen totalitario alguno en el mundo socialista. El muro de Berlín, erigido para evitar que la gente en Alemania pasara de un lado para el otro, indistintamente, se derrumbó solo. No hubo corajuda resistencia ciudadana contra la dictadura comunista alemana. La China de Mao no violó sistemáticamente los derechos humanos ni generó hambrunas con decenas de millones de víctimas. La revolución cubana se vio obligada a reprimir por causa de las fuerzas contrarrevolucionarias. Tampoco allí se han violado los derechos humanos en todas estas décadas, ni se sufre ninguna dictadura.

Según la historia oficial que rige en nuestras escuelas, la guerrilla de izquierda de los años sesenta en Uruguay contaba con "simpatía" popular antes de 1968, y prácticamente no había hecho nada grave hasta que Pacheco llegó al poder. El golpe de febrero de 1973 poco menos que sorprendió la buena fe de los dirigentes del Frente Amplio. En nuestras escuelas, la historia jamás enseña que el Partido Comunista y el propio Líber Seregni, por ejemplo, adhirieron a la causa de los militares golpistas de ese amargo mes.

Esta forma de enseñar la historia no es nueva. En esta administración Mujica estuvo vigente un tiempo el libro de primaria para el siglo XX que tenía al Che Guevara y a Vázquez en sus tapas, y que era un panfleto izquierdista en sus textos. Pero también, antes de la llegada al poder del Frente Amplio, el texto de historia de cuarto año de liceo escrito por las profesoras Abadie, Feo, Galeana y Sandrín, por ejemplo, ya se expresaba en contra de la transnacionalización económica porque, según él, generaba pobreza y diferencias sociales. Otro ejemplo del mismo libro: la Cuba castrista jamás era definida como una dictadura.

Cuando durante décadas generaciones y generaciones de jóvenes que luego serán ciudadanos reciben una narración de lo ocurrido en el país y en el mundo en el último medio siglo completamente partidista y pro izquierdista, los resultados son tan indudables como inevitables. En efecto, no puede sorprender, por ejemplo, que esas nuevas generaciones terminen votando al Frente Amplio en una proporción mayor que los ciudadanos más viejos, como ocurrió en 2014.

A todos tiene que quedar claro: lo que fija la escuela con este relato de la historia, parcial y mentiroso, es un adoctrinamiento que tiene un evidente fin como es el de beneficiar electoral y políticamente al Frente Amplio.

Siempre se debate sobre educación acerca de temas de organización de cursos, presentismo de profesores o mejoras de infraestructura edilicia. También, sobre calidad y resultados de la enseñanza como las pruebas PISA. Pero es tiempo de que también prestemos atención y cambiemos el contenido de lo que se enseña en lo que hace a la formación del universo simbólico que guiará a los futuros ciudadanos en sus opciones políticas.

Aquí hay dos tipos de preguntas para los actores que representan a la ciudadanía. Primero, para los dirigentes de los partidos de oposición: ¿hasta cuándo van a aceptar pasivamente esta enseñanza de la historia? ¿No se dan cuenta de sus consecuencias ciudadanas? De verdad, ¿qué han hecho en todos estos años para evitar esta farsa en la escuela? Segundo, para los dirigentes y simpatizantes del Frente Amplio: ¿hasta cuándo van a callar y aceptar este adoctrinamiento escolar? ¿De verdad creen que puede mejorarse la educación de las nuevas generaciones sobre la base de sembrar la ignorancia y la mentira sobre la historia reciente del país y del mundo?

En pocas semanas se abre el tiempo de un nuevo gobierno nacional frenteamplista. Si realmente se quiere construir un país de primera que incluya la pluralidad política y que respete la dignidad de los hechos ocurridos en este medio siglo de Historia, se debe cambiar completamente el enfoque que hasta hoy se ha dado en la escuela con este relato partidista.

No es difícil hacerlo.

Alcanza con promover la redacción de nuevos textos de Historia que efectivamente sean hechos por profesionales dotados de un mínimo de honestidad intelectual.

Editorial

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