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El 2017 y las promesas

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El comienzo del año con mayores impuestos y tarifas públicas más caras demuestra que en el rubro economía, al igual que en otros, el gobierno del Frente Amplio incumple los compromisos asumidos.

Para el año que comienza habría que pedirle al gobierno que se sincerara con la opinión pública y asumiera el compromiso formal de cumplir con sus promesas. Buenos motivos hay para hacerle este pedido pues desde anteayer, primer día del 2017, una porción de la ciudadanía paga más impuestos en tanto las tarifas públicas —otra forma de recaudar— prosiguen su marcha ascendente, todo lo cual contradice anuncios anteriores.

Esa es quizás una de las mentiras más flagrantes del tercer gobierno del Frente Amplio ya que Tabaré Vázquez, en noviembre de 2014, días antes del balotaje en el cual ganó la Presidencia de la República, dijo en tono solemne: "Una de las certezas principales es que no tenemos ni planificado, ni en el horizonte, ningún incremento de la carga impositiva a la población".

Fue no sólo una promesa incumplida sino una manera de confundir al electorado haciéndole creer que la situación económica del país y las finanzas estatales estaban en buenas condiciones y que no se requerirían nuevos sacrificios de la población. El propio Vázquez, pocas semanas después de asumir, les confió a los ministros de la Suprema Corte de Justicia que el estado de las cuentas públicas era peor que el señalado por Danilo Astori en la campaña electoral.

Hoy no importa tanto saber si Astori maquilló los datos o si Vázquez pecó de ingenuo. Lo que vale es decir la verdad y no seguir acumulando anuncios que no se cumplirán. Un caso ejemplar es el de las obras públicas, allí donde se iba a hacer la más fuerte inversión de infraestructura registrada en el país, según se proclamó en 2015 al formularse el presupuesto.

La decadente situación de la red vial, un drama cotidiano para el interior productivo, atestigua que esta administración llegará este año a la mitad de su mandato sin haber invertido ni la cuarta parte de lo prometido. Y lo peor, con casi todo por hacer pese a las promesas del ministro del ramo que anticipó que en 2017 se concretarían las grandes obras en las rutas nacionales.

Otro caso impresionante en donde la realidad desmiente vaticinios y promesas es el de la enseñanza. Vázquez hizo su campaña asegurando que en 2020, al retirarse del gobierno, el cien por ciento de los jóvenes de hasta 17 años estaría adentro del sistema educativo. Si bien la ministra de Educación dudó públicamente sobre la posibilidad de alcanzar esa meta el discurso oficial en materia de enseñanza sigue siendo que todo va bien, y que todo es posible según las previsiones más optimistas. Tan arraigada en el gobierno está esa idea de describir una realidad inexistente que la divulgación de los resultados de las pruebas PISA, en el pasado mes de diciembre, se hizo en un tono triunfalista completamente ajeno a la crisis que cantaban las cifras. El principal responsable del mayor ente educativo, que de forma precipitada y errónea celebró lo obtenido en esas pruebas, no ha reconocido hasta la fecha que el último informe Pisa confirmó que la crisis educativa persiste en toda su extensión.

La seguridad pública ha sido otro campo fértil para las promesas incumplidas. Aunque en las dos últimas campañas electorales el Frente Amplio hizo una autocrítica pública de sus errores en la materia, la soluciones a la inseguridad que se vive en el país no se avizoran. Difícil que ello ocurra mientras sigan en su cargo los principales responsables del ministerio cuestionada como está su credibilidad y su eficacia tras casi siete años consecutivos de gestión. No podrán decir que les ha faltado tiempo o recursos para hacer bien las cosas. Tampoco les ha faltado audacia para enorgullecerse por cifras que probarían una reducción de los índices delictivos que va a contrapelo de lo que la gente siente.

De este modo el 2017 amenaza transcurrir sin variantes positivas en rubros tan trascendentes como los citados. Si es así lo menos que puede esperarse es que merme entre los miembros del oficialismo la tendencia a asumir compromisos que nunca van a concretar. ¿Lo harán? No se sabe, pero una prueba de que en esa materia existen propósitos de enmienda sería, por ejemplo, que el vicepresidente Raúl Sendic enseñara finalmente su título de licenciado y su medalla de oro conseguidas durante sus estudios en Cuba. O que José Mujica honrara su publicitada intención de renunciar a su banca en el Senado para darle paso a gente joven de su sector. O que Tabaré Vázquez iniciara en el Estado aquella "madre de todas las reformas" que nos prometió hace una década y que —como tantas otras cosas— todavía sigue pendiente.

EDITORIAL

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