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Una piedra llamada AFE

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Apartir del 1º de marzo, Víctor Rossi, como nuevo ministro de Transporte y Obras Públicas, tropezará por segunda vez con la misma piedra. Esa piedra se llama AFE y es tan pesada que se ha movido muy poco en casi diez años. 

En los primeros cinco años fue el propio Rossi, quien tuteló la transformación del ente ferroviario desde ese mismo ministerio con escasos resultados. Hoy, antes de volver a ocupar esa cartera, entona un público mea culpa por la parte de responsabilidad que le cabe en esa frustración y por la pobre gestión en AFE de dos gobiernos sucesivos del Frente Amplio.

Así, Rossi reconoce que hubo "vacilaciones en el camino" para recuperar la empresa y que "tal vez haya faltado convicción suficiente para empujar". Convencido de que Uruguay no puede renunciar a contar con un ferrocarril que contribuya a canalizar parte del transporte de carga para aliviar el desgaste de rutas y caminos, se muestra decidido a impulsar una modernización del servicio. Habla de "mejorar el equipamiento", de reparar las vías y de adquirir nuevo material, pero lo hace sin alardes ni exitismo. Es que la experiencia le indica que en lo que refiere a los trenes es preciso hacer los anuncios con la máxima cautela.

Todavía resuenan en los oídos las promesas de José Mujica en 2010 cuando anticipó que "en dos años habrá trenes de carga circulando a 60 kilómetros por hora". A pesar de que se ocupó personalmente del tema en ciertos momentos, que discurseó sin parar sobre el asunto y que cambió varias veces a los directores de AFE, el presidente de la República se despide con una de las peores cifras verificadas en la historia del ente. En 2014 se transportaron por las vías férreas apenas 800.000 toneladas de carga, un monto reducido solo comparable al registrado durante la grave crisis de 2002.

La idea original de la reforma provenía del primer gobierno de Tabaré Vázquez, en donde se elaboró una delicada trama para privatizar parte de los servicios ferroviarios sin herir la susceptibilidad del pequeño pero belicoso gremio de funcionarios. El plan consistía en hacer competitiva a AFE creando una sociedad anónima responsable de llevar a cabo el transporte de carga. Esa idea terminó por concretarse recién el año pasado tras una encarnizada resistencia sindical que logró enlentecer y hasta detener el proceso.

Finalmente se les dio a los funcionarios la alternativa de seguir con el nuevo operador del transporte o de retirarse recibiendo el 75% de su salario. Unos 300 de un total de 1.000 funcionarios aceptaron esa propuesta y hoy cobran por quedarse en casa. Para completar el cuadro, un estudio contratado por el directorio del ente basado en la relación entre la cantidad de funcionarios y el total de carga transportada determinó que por cada trabajador de AFE se cargaban 0.21 toneladas anuales, el peor registro entre las compañías ferroviarias latinoamericanas.

En todos estos años estuvo de por medio la millonaria asistencia que el ministerio de Economía le prestó a esa empresa deficitaria cuya dirección alcanzó niveles de desorden pocas veces vistos en la administración de las empresas estatales. A tal punto se llegó que hubo directores que fueron cesados y siguieron actuando como tales adoptando resoluciones durante varios meses. Hubo incluso un titular del organismo, Jorge Setelich, que salió a criticar las orientaciones del presidente de la República con frases tales como "Mujica no es experto en todo" y "alguien olvidó decirle a Mujica que su propuesta para AFE era inviable".

En verdad, Setelich tenía razones para elevar sus observaciones pues el manejo del tema se hizo en ciertos tramos a impulsos de Mujica, quien en medio de sensacionales anuncios sobre la nueva era del ferrocarril nacional hizo viajes a España para interesar a una compañía vasca y luego a China, país que facilitaría, según se dijo, la inversión para recuperar las vías férreas. Ninguna de esas giras tan publicitadas arrojó frutos como tampoco los dio el proyecto de cooperación binacional intentado con Argentina a través del llamado "Tren de los Pueblos Libres" en cuyo viaje inaugural, acompañada de bombos peronistas, Cristina Kirchner llegó a nuestro país. Un tren que debía unir las dos capitales del Plata y que nunca pasó de Salto.

Todo eso, en suma, forma parte de la experiencia que hoy recoge el entrante ministro, convencido como está de la necesidad de recuperar los servicios de carga de AFE para aliviar la presión sobre la deteriorada red vial de nuestro país. Ojalá Rossi mantenga "la convicción suficiente para empujar".

editorial

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