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En el peor de los mundos

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La montaña de informes sobre el estado de la enseñanza producida durante la última década, parece haber sido devorada por algún agujero negro de las galaxias.

Ni siquiera el "Informe sobre el estado de la educación en Uruguay 2012", presentado en diciembre por el flamante Instituto Nacional de Evaluación Educativa (Ineed), produjo la reacción que merece. Y ello no se debe a la falta de interés de los medios de comunicación. A principios de diciembre El País titulaba una nota: "Mayoría de liceales abandona por desinterés; piden cambiar programas". A mediados de marzo el título de su primera plana advertía: "El 40% de alumnos de UTU repite o deserta". La semana pasada otra extensa nota señalaba que "UTU analiza bajar nota mínima y aumentar el tope por faltas". En este último caso, se retorna a la idea de bajar el nivel de exigencia.

Es la estrategia equivocada.

No basta con dar la alarma. Es necesario que el mensaje sea asimilado por la sociedad y por quienes tienen la responsabilidad de definir y aplicar las políticas de enseñanza. No sucede así.

La enseñanza debe contribuir al desarrollo de las nuevas generaciones, crear ciudadanos cultos para una sociedad democrática, ofrecerle a los hijos de los hogares más humildes las herramientas para mejorar su condición y, de esta forma, construir una sociedad más justa.

El sistema de la enseñanza no consigue esos propósitos.

El Informe sobre el estado de la educación concluye que "un tercio de los jóvenes de entre 16 y 18 años abandona la enseñanza obligatoria, habiendo o no culminado la educación media básica". Y agrega: "Son muy marcadas las diferencias en la culminación media superior según los ingresos de los hogares a que pertenecen los jóvenes. En el primer quintil de ingresos, apenas el 7,3% de quienes tienen entre 18 y 20 años culmina la educación obligatoria, mientras que entre los pertenecientes a hogares ubicados en el último quintil de ingresos lo hace el 64,6 %. La base cultural que el Uruguay construyó durante décadas se erosiona continuamente, a medida que nuestros vecinos mejoran sus sistemas de enseñanza. El Informe concluye que "si bien Uruguay no se destaca por ser de los países con mayor desigualdad en la región, sí es de los países con mayores diferencias en los logros educativos según factores socio-económicos y culturales en América Latina". Una conclusión preocupante, porque una de las principales funciones del sistema de la enseñanza debería ser apoyar al joven para que pueda superar y compensar aquellas barreras sociales.

Los datos sobre el porcentaje de jóvenes de entre 15 y 17 años que lograron culminar nueve años de educación demuestran la magnitud de nuestros problemas. En nuestro país solamente el 48,5% completó esos estudios. Estamos muy por debajo de (88,3%), Argentina (72,9 %), Perú (71,5 %) y Brasil (61,2 %).

Pero, no tiene sentido compararnos con el resto de la región. Nuestro punto de referencia, si es que deseamos progresar, son los mejores. No los peores. Según el estudio PISA 2012, los países latinoamericanos se encuentran entre los que tienen los peores resultados en matemática, lectura y ciencia. Por ejemplo, en matemática, una materia fundamental para cualquier sociedad, nuestro país se encontraba en la posición 55, entre Montenegro (posición 54), Costa Rica (56) y Albania (57).

Los diez primeros lugares del ranking de matemática incluyeron a Shanghai China, Singapur, Hong Kong-China, Corea del Sur y Japón. No es demasiado difícil imaginar hacia dónde se dirigen la economía y el poder político mundial.

Pero, consideremos países más cercanos al nuestro: Suiza, ocupó el lugar 9 en matemáticas, Finlandia el 12, Dinamarca el 22 y Nueva Zelanda el 23. Claramente, el Uruguay y la región se encuentran muy lejos de los punteros. El informe del Ineed concluye que "de acuerdo con los resultados de la participación en PISA, el país no logró combinar un aumento de la cobertura con una mejora en los logros académicos, sino que tuvo un descenso en los desempeños y un aumento del rezago académico del estudiantado de 15 años en 2012".

La estrategia de reducir la calidad de la enseñanza para aumentar la cobertura fracasó totalmente. No solamente han caído los logros académicos, sino que no ha mejorado la cobertura de la enseñanza. La política aplicada por sucesivos gobiernos (a través de su acción o de su omisión) nos ha dejado en el peor de los mundos. Y, lo que es más injusto es que las consecuencias negativas de esa política recaen principalmente sobre los hijos de los hogares más humildes que son, precisamente, quienes más necesitan una enseñanza de calidad.

Editorial

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