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El peligro terrorista

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En las últimas décadas la humanidad empezó a tomar conciencia de los perjuicios del cambio climático, para con nuestro hábitat. Se empezó a reconocer universalmente que la tierra, el planeta que nos alberga a nosotros los humanos, estaba siendo irremediable e irresponsablemente dañado por sus mismos habitantes.

Aumentaron los debates, los estudios, las estadísticas, las investigaciones y de Cumbre en Cumbre, gobernantes y dirigentes de las distintas naciones que componen el globo terráqueo se han estado reuniendo una y otra vez en la búsqueda de acuerdos que logren frenar el constante deterioro.

Deterioro provocado irónicamente, por el propio hombre en sus ansias de progreso. Por las necesidades de poblaciones en continuo ascenso, consecuencia del fantástico avance del conocimiento. Los adelantos en la alimentación, en salud, en ciencia, la tecnología. Al tiempo que la humanidad se robustecía con la integración de valores fundamentales como el respeto a la vida humana y las libertades individuales.

Los resultados de esta concientización no han sido lo contundentes que debieran, al ser muy difícil compaginar intereses y visiones diversas. Pero de lo que poco se tenía conciencia hasta no hace mucho, era del otro peligro que crecía e iba extendiendo sus letales tentáculos por el mundo, aprovechándose de los perfeccionamientos tecnológicos obtenidos por otros. Actualmente está claro que estamos ante el enfrentamiento entre la civilización y la barbarie.

A pesar de que una sucesión de eventos lo estaba anunciando hace tiempo. Podría decirse que el punto de partida fue la destrucción de las Torres Gemelas en Nueva York en 2001, punto neurálgico del mundo occidental, con su corolario de más de 3 mil muertos, aunque previamente en los noventa, en Buenos Aires, ya habían ocurrido dos acciones terroristas de proporciones en la embajada de Israel y en la AMIA. Luego vino la voladura en la estación de Atocha en Madrid en 2004; en el metro de Londres en 2005; en la maratón de Boston en 2013 y la sórdida lista continúa en lugares como Túnez, con despistados turistas abatidos o tomados como rehenes; las bestialidades de Boko Haram en abril de 2014, más todos los asesinatos subsiguientes.

Hasta este año 2015 que comenzó con la masacre en París de los periodistas del semanario Charlie Hebdo y las muertes en un restaurante cercano. Los 224 pasajeros fallecidos en la explosión del Air Bus ruso en octubre, en la zona del Sinaí y el viernes 13 de noviembre, el atentado en el Líbano que dejó 44 muertos y cientos de heridos. El mismo fatídico día que en pleno París, entre los distritos 10 y 11 una serie de atentados contra los jóvenes que se encontraban en un recital, el intento fallido al estadio donde jugaban Francia y Alemania y se hallaba el Presidente Hollande y el tiroteo contra la gente que estaba en un concurrido restaurante, terminó con la vida de 137 personas, dejando más de 400 heridos. A lo que se suma el reciente centenar de víctimas en Malí, país del oeste africano, a manos de seguidores de Al Qaeda del Magreb Islámico.

Como ha dicho el reconocido historiador escocés, Niall Ferguson, profesor en Harvard y alguno de cuyos libros como War of the World (Guerra del Mundo) dieron tanto que hablar, "occidente no tiene idea de qué hacer con Siria". Y agregaríamos, con la extraña y demencial guerra desatada por el radicalismo islámico. Bajo ese liderazgo incierto de nuestro mundo civilizado, judeo cristiano, con todas sus complejidades, intereses encontrados y no pocas barbaridades en su haber, toma provecho el fanatismo de los que no dudan en mostrar los horrores de lo que son capaces, imbuidos de no se sabe qué predestinación sagrada.

¿Y para el común de la gente cual ha sido la reacción más generalizada? "Esto no va a parar." Y es esa misma gente la que dice: Habrá que organizarse para matarlos a todos. Eliminar la inmigración musulmana, (lo siento). Aliarse con Putin, juntarse y coordinar esfuerzos las naciones culturalmente afines para erradicar el terrorismo mahometano. Establecer un estado kurdo, (aunque son musulmanes no son árabes y combaten al ISIS) y protegerlos de los turcos. Apoyar al partido Baath y a regímenes tradicionales como el de Egipto actual. Perseguir a quien financie al EI, a los que le compran petróleo. Fortalecer a Assad aunque sea un tirano. Ya se vio lo que fue quitar a Hussein y a Khadaffy. Habrá que suspender algunas garantías constitucionales en occidente, controlar las fronteras. Israel tendrá que dejar de expandirse y deberá existir Palestina. En fin, el daño profundo infligido a nuestra civilización está a la vista.

Editorial

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