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La oposición y sus propuestas

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Es natural y previsible que el descalabro del gobierno en la opinión pública y el malhumor político general a nivel de la ciudadanía se traduzcan cada vez más en una interrogante sustancial sobre las posibilidades reales de la oposición de ser efectivamente gobierno.

Analistas y políticos en estas semanas han planteado el tema recurrentemente. Algunos se centran en la dimensión electoral para señalar cambios relevantes que los partidos del ancho espectro no frenteamplista deben procesar para asegurarse una mayoría de gobierno. No siempre coinciden en el diagnóstico ni tampoco en la solución, pero importa que se estén planteando el tema desde esta perspectiva.

Por otro lado, están sobre todo distintos analistas que señalan que hay que dar una batalla cultural, o un debate de ideas amplio, que enfrente errores y prejuicios de la posición frenteamplista. Desde esta perspectiva, no alcanza con los arreglos electorales que se lleven a cabo, sino que importa también convencer más durablemente a la opinión pública de que el modelo frenteamplista tal como se ha llevado adelante no nos permitirá, en lo más mínimo, alcanzar ese país de primera tantas veces prometido.

Así, algunos más liberales y otros más socialdemócratas, lo cierto es que muchos son los que desde distintos lugares vinculados a partidos y a talantes opositores se están esforzando por dar esa batalla cultural o ese debate de ideas. Y también se escuchan distintas propuestas, sobre todo en torno a la utilidad que pueda tener el instrumento que fue la Concertación para Montevideo, y la coordinación electoral de diferentes fuerzas políticas para alcanzar mayorías.

Todo esto es muy positivo porque muestra que no solamente los partidos de oposición ejercen cierto protagonismo en el Parlamento y en la opinión pública, en particular con denuncias muy graves sobre enormes problemas de gestión del gobierno de izquierda, sino que también son capaces de levantar la mira y darse cuenta de que se precisa un esfuerzo diferente y mayor para el desafío electoral de 2019. Es cierto que faltan todavía tres años; pero también es cierto que si no se empieza desde ahora a dar una sensación clara de ser una real alternativa de gobierno, la opinión pública molesta y desilusionada con el Frente Amplio, difícilmente esté dispuesta a dar su voto mayoritariamente a la oposición. Es que sin la clara noción de que efectivamente hay una posibilidad de gobierno cierta, ordenada y capaz, el ciudadano uruguayo, bicho político conservador y que procesa cambios muy lentamente, hará suyo aquello de que "más vale malo conocido que bueno por conocer" y, muy a desgano, igualmente terminará optando por ese malo conocido que es la actual izquierda gobernante.

Por todo esto es que, independientemente de debates teóricos o de ingenierías electorales, se hace urgente que los partidos de oposición digan concretamente qué harían ellos si fueran gobierno con los principales problemas del país. Por poner algunos ejemplos de esas respuestas que están faltando en distintos desafíos que tenemos por delante: todos sabemos que Alas-U es un fiasco, ¿está dispuesta la oposición a que se cierre esa empresa cuando termine de fundir la última ayuda estatal? Es notorio que Fenapes es el gran actor que impide cualquier cambio sustancial en enseñanza secundaria, ¿cómo cree la oposición que se logra que esos cambios ocurran de verdad, si la izquierda compañera de ruta del Fenapes no pudo hacerlos? En materia internacional es notorio que el Mercosur está agotado, ¿qué propone en concreto la oposición para la inserción comercial del Uruguay? Ancap está fundida y sigue dando pérdidas millonarias, ¿cómo cree la oposición que hay que encauzar el manejo de los entes del Estado en general? La seguridad pública no mejora, ¿cómo hará la oposición para asegurar la paz social a los vecinos?

Todos estos son grandes desafíos para cada uno de los partidos. La opinión pública sabe que ninguno de ellos obtendrá mayoría parlamentaria absoluta si no es con el acuerdo con otros. Por tanto, no basta con ser serio y creíble en las propuestas partidarias concretas, sino que además es necesario que se transmita la idea de que ellas concitan esos acuerdos mínimos que harán posible sus implementaciones.

No es solo debate de ideas, o ingeniería electoral o un largo programa de gobierno: lo que el país precisa de la oposición es que concrete propuestas alternativas, las dé a conocer y las defienda con argumentos. Y que muestre que es capaz de llevarlas a cabo. No es poca cosa. Y es urgente.

EDITORIAL

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