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Obama, Trump y Uruguay

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Se va a extrañar a Obama. Sin importar quién gane las próximas elecciones en EE.UU., la capacidad de análisis, de discurso, de empatía, y de visión global del presidente número 44 de la principal potencia mundial, está despegada de lo que pueda ofrecer cualquiera de sus sucesores.

Y de buena parte de los actuales líderes planetarios. En un reciente discurso ante alumnos de la Universidad de Rutgers, donde trata varios de los temas centrales del mundo actual, estos deberían ser de lectura obligatoria para todos los políticos, especialmente algunos que parecen haber sido escritos para oídos uruguayos.

"Cuando escuchen a alguien hablar de los buenos viejos tiempos, tómenlo con pinzas. ¿Saben algo? Los viejos tiempos nunca fueron tan buenos. En casi todos los aspectos, Estados Unidos y el mundo están hoy mucho mejor que hace 50 años". "La expectativa de vida ha crecido enormemente, con la caída de la Cortina de Hierro hay más democracia y libertad en el mundo, hemos eliminado decenas de enfermedades como la poliomielitis, hemos bajado drásticamente la pobreza y la mortalidad infantil".

Se trata de una sentencia inapelable. El mundo está hoy mil veces mejor que hace medio siglo, un período insignificante en la historia humana. Sin embargo, en un país envejecido y gruñón como Uruguay, el discurso público parece señalar exactamente lo contrario cada día. Y, de paso, todavía hay una buena parte de los actores políticos que no se enteraron de la caída de la Cortina de Hierro.

"Vivimos en una era de cadenas globales de producción, de buques mercantes que cruzan el globo, y comercio electrónico que ha vuelto las fronteras obsoletas. Esto genera problemas, es verdad, pero la solución nunca puede ser oponerse al comercio. Es buscar acuerdos que aseguren que lo que producimos no tenga obstáculos o tarifas injustas, que no se robe nuestra propiedad intelectual, y que ese comercio se adapte a nuestros valores".

Otra vez, una frase que parece una obviedad. Pero que no lo es para nada en un país como Uruguay, donde hay un porcentaje importante de nuestros políticos que cree que el libre comercio es malo, que la propiedad intelectual es un robo o que el comercio electrónico debe ser frenado. Como dice Obama, esto no solo es absurdo, es impracticable.

Y acá viene una perlita: "Si ustedes escuchan el debate político hoy se preguntarán, ¿de dónde viene esta ola de anti- intelectualismo? Voy a ser claro, tanto en la política como en la vida, la ignorancia no es una virtud. No es de vivo hablar de lo que no se sabe. No es decir la posta ni desafiar la corrección política. Es, simplemente, hablar de lo que no se sabe. Cuando los líderes exhiben desdén por los hechos, cuando no se hacen responsables por repetir mentiras, cuando los verdaderos expertos son tratados como elitistas, tenemos un problema".

Está claro que aquí Obama habla de Trump. Pero no negará el amigo lector que esto parece escrito para nosotros. A cuando el ex presidente Mujica pontifica cada día de temas de los que no sabe absolutamente nada, cuando se desprecia a los "harvard" y se hace un culto de la viveza "de boliche", a cuando se repite mentiras una atrás de la otra ("yo vi el título de Sendic"), y eso no tiene un costo político porque la gente lo acepta con mansedumbre de oveja.

O cuando la ministra de Educación, alguien que no tiene ninguna formación ni preparación en el tema, echa por la puerta trasera a todos los técnicos que debían reformar esa área vital que está en crisis terminal en Uruguay, y los botijea tratándolos de "maestros de primaria que no dan la talla". O cuando el presidente Vázquez nos toma a todos el pelo hablando de que sigue en pie el "cambio de ADN de la educación", y eso no le explota en la cara como lo que es, una mentira absoluta a la gente.

Para finalizar, hay otra frase del discurso de Obama que resuena fuerte en los oídos uruguayos por estos días. Dijo: "Cuando estés en desacuerdo con alguien, siéntate con él, hazle las preguntas más duras; si alguien tiene una idea que te ofende, pruébale que está equivocado. La democracia se fortalece cuando la gente escucha al que piensa diferente. Poner a prueba tus convicciones es la manera de reforzarlas. No pienses que porque alguien puede decir algo que te afecta en tu sensibilidad, la solución es no escucharlo o forzarlo a callarse la boca". En un país donde hay un creciente fascismo en el debate público, donde "colectivos" y organismos públicos creen que tienen derecho a decirle a la gente lo que se puede o no decir y pensar, donde el sectarismo impide asumir errores propios o reconocer aciertos ajenos, esta frase tan simple, resulta revolucionaria.

Lo dicho. Se va a extrañar a Obama.

EDITORIAL

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