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Nuestro drama demográfico

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Es necesario desarrollar una política demográfica capaz de sacar al Uruguay del estancamiento poblacional, una situación que compromete el futuro del país en múltiples aspectos.

En 2011, cuando se conocieron las cifras del último censo que registraron un débil aumento de solo 45.311 habitantes a partir del 2004, cundió la alarma, se redoblaron los anuncios y se comunicaron planes para engrosar la población del país. Huelga decir que la mayoría de esos planes quedaron en agua de borrajas —como tantos otros del segundo gobierno del Frente Amplio— a pesar de que el entonces presidente, José Mujica, a la vista de los datos del censo había declarado en tono dramático que el Uruguay era "un país en vías de extinción".

Más allá de la reciente llegada de emigrantes venezolanos —5.500 en los últimos 15 meses— y de algunos esfuerzos aislados de la cancillería para organizar la vuelta de los emigrantes uruguayos, hubo pocas novedades en la materia. La más exótica fue el intento de generar una nueva corriente demográfica —fruto de una inquietud de carácter humanitario— con los refugiados sirios, un experiencia piloto consumada con la llegada de cinco familias traídas como preámbulo para el traslado de nuevos contingentes de esa procedencia. La experiencia no fue exitosa sino que, por el contrario, ese medio centenar de inmigrantes se convirtió en una fuente de problemas con el dato tragicómico del campamento de protesta instalado por los sirios en plaza Independencia, con uno de ellos diciendo que preferían volver a Siria antes que seguir en nuestro país.

Los 3.251.526 habitantes registrados en el último censo revelan un mínimo crecimiento poblacional lo que confirió a Uruguay, junto con Cuba, el dudoso privilegio de ser el país más envejecido de América Latina. Tan así es que se anticipa que si tal tendencia no se modifica hacia el año 2050 tendremos más mayores de 65 años que menores de 15 años, una perspectiva nada halagüeña y que se confirma, entre otras cosas, por una baja tasa de natalidad. Según expertos internacionales, de persistir ese estancamiento demográfico el futuro del país quedará comprometido en múltiples aspectos. Uno de esos aspectos se ha mencionado en estos días a raíz del preocupante desfinanciamiento del sistema jubilatorio con una brecha cada vez más reducida entre el número de beneficiarios y los aportantes activos.

En tren de aportar soluciones, una primera línea de acción consistiría en encarar una política de incentivos destinada a aumentar la tasa de natalidad que continúa en caída entre nosotros. Según los técnicos en la materia convendría actuar de preferencia sobre la clase media antes que en los sectores más humildes ya propensos de por sí a formar familias numerosas.

Una mirada a las políticas de otros países ratifica la conveniencia de aplicar, por ejemplo, estímulos impositivos, algo que nuestro fisco concede con renuencia.

Otra línea de acción debería orientarse a reforzar la corriente de retorno de uruguayos que en su momento se fueron y que estarían dispuestos a volver en la medida en que se les faciliten las cosas. Aunque hubo avances impulsados por el gobierno se escucharon muchas quejas sobre la complejidad de los trámites.

La creación de un grupo de "retornados" dispuestos a coordinarse entre sí y gestionar ante las autoridades la simplificación del papeleo evidenció los problemas prácticos que afrontan al volver. "Para alquilar una vivienda te piden dos años de trabajo en Uruguay", explicaron para luego anotar que "es ilógico que te pidan eso si estás viniendo de afuera". También dijeron que para abrir una cuenta en el Banco República se exige residencia y recibo de sueldo, lo que es una incoherencia. Todo lo cual debe revisarse.

Un refinado estudio elaborado para la colección Nuestro Tiempo distribuida con El País tiempo atrás bajo el título "Cuántos y cómo somos" reveló que puede esperarse para los próximos años "un flujo moderado de uruguayos retornantes". Por tanto, facilitarles su reinserción en los aspectos prácticos es imprescindible.

Otras iniciativas deberían delinearse para atraer a nuestro país a emigrantes calificados que se conviertan en fuente de dinamismo e innovación. Ello implicaría presentar un paquete de ofertas interesantes en el extranjero y planes integrales para promover la instalación de esas personas entre nosotros. En tal sentido sería indispensable agilizar los mecanismos de la Dirección de Migración cuyos trámites siguen siendo arduos y cargados con trabas burocráticas capaces de desalentar al inmigrante.

Solo con medidas de este tipo y con plena conciencia de que Uruguay padece un grave déficit demográfico es que podríamos llegar, hacia el año 2030, a los 3 millones y medio de habitantes que siempre soñamos tener.

EDITORIAL

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